miércoles, 8 de julio de 2009

HACIA UN EREMITISMO INTERIORIZADO - MARIE MADELEINE DAVY ( VI )


LA FECUNDACIÓN SILENCIOSA

En el Judeo-Cristianismo, en particular en el pensamiento judío, la importancia de la procreación está fundada en un texto del Génesis (1,28): «Sed fecundos, multiplicaos, llenad la tierra». Sin embargo, según dice Filon (Apología de los judíos, 11,14) y Flavio Josefo (Guerra de los judíos, 2,8,120-129), los Esenios renunciaban al matrimonio y a toda fecundidad física. Por vocación, el eremita está consagrado a la continencia, no solamente la de la carne sino también la de la psique. Todas sus energías se unifican; dispersarlas sería una mutilación. La libertad que tiene que conseguir no soporta ningún reparto. Él no puede esparcirse, por que ya no le pertenece el amar sino el ser amor. Un amor que llega a ser conocimiento, un conocimiento que el amor acrecienta.

Un eremita que hubiera llegado a ser un liberado-viviente (jivan mukta) puede sin temor permanecer mudo y renunciar a la escritura. Él extiende en el viento su conocimiento, su amor, su desapego de lo provisional. Comparable al «cabello que flota en el viento» del que hablan los Upanishads, se vuelve alguien que nutre al universo. Aporta la liberación sin saber quien recibe sus dones; no le preocupa, además, conocer o no el nombre de sus beneficiarios.