sábado, 2 de enero de 2010

EL ARTE DE LA VIDA INTERIOR - MARIE-MADELEINE DAVY ( I )


Todo arte se aprende, todo oficio se enseña. Existe un arte de vivir como existe un arte de amar, y por lo mismo un arte de la vida interior. Este arte tiene sus guías. Entre ellos el más precioso se encuentra en el interior de uno mismo. Poco importa el nombre que se le de. Se puede, con San Agustín, llamarlo el «Maestro interior». Pero debe de ser descubierto. Los otros maestros no tendrán otra función más que la de favorecer este encuentro de uno mismo con el Si-mismo supremo, el elemento más vivo del ser.

El arte de la vida interior es sutil. Va desde el conocimiento de uno mismo hasta la iluminación pasando por la ascesis, la concentración, la meditación y la oración. Comporta el aprendizaje de la pobreza interior, del perfecto renunciamiento. Desemboca en el vacío. En el fondo del fondo de la dimensión interior se encuentra un lugar que la mayoría de los hombres no visitan. Se puede nacer, vivir mucho tiempo y morir ignorándolo. Se puede creer tocarlo pero él retrocede a medida que uno se le aproxima, porque él siempre es algo a conquistar, salvo para los perfectos de los cuales él es el lugar esencial. Es el centro de la rueda que permita a esta moverse. Este vacío se llama así porque no sabríamos darle un nombre.