miércoles, 17 de febrero de 2010

EL ARTE DE LA VIDA INTERIOR - MARIE MADELEINE DAVY ( XI )



La educación del cuerpo


El cuerpo se educa. Aquí se requiere la comprensión más que la violencia como tal. Al comienzo, el esfuerzo puede experimentarse en su dureza. En la medida en la que la espontaneidad se vuelve un estado, la conducta prosigue sin tensión. Para el hombre interior, la educación del cuerpo no cesa de perseguirse. Abandonarlo por el hecho de su pesadez y de sus exigencias sería exponerse a encontrarlo, un día u otro, como un obstáculo. Aislándolo y menospreciándolo, el hombre se divide y, dividiéndose, se pierde. Los ejercicios de relajación y de respiración, la presencia atenta a los órganos para animarlos en su buen funcionamiento, aseguran su vitalidad. Tener confianza en el cuerpo es una buena actitud –sin apegarse desmesuradamente a él. El cuerpo está «de paso», hay que tratarlo bien sin por otra parte ser su esclavo. No se cambia de cuerpo como se cambia de montura. La cuerda de un arco tiene que ser tensada para vibrar, pero sin llegar a una tensión que la rompería.

El hombre parece reducirse al cuerpo para la mayoría de los individuos, y la actividad del sexo ya no es solamente placer, sino valor comercial expuesto en el teatro y en el cine. La vida interior respeta el cuerpo; no obstante, durante mucho tiempo ha tenido tendencia a despreciarlo. Este se venga actualmente de haber sido el mal-querido volviéndose ahora el único-querido. La ascesis da al cuerpo su lugar a la vez que le enseña a mantenerse al servicio del espíritu.