lunes, 29 de julio de 2013

Las puertas de la soledad


"Si te vas hacia la "soledad", aun dejando tus equipajes, todos conocerán tu partida e irán a despedirte. Algunos sabrán apreciar tu vocación y se encomendarán a tus plegarias. Otros la menospreciarán y fingirán, en el mejor de los casos, una comprensiva sonrisa. Y, desde luego, cuantos te conozcan o te sospechen podrán señalarte, decirse y decir: "He ahí a un ermitaño,a un monje, a un solitario..." Te darán puntaje, algunos diez, otros cinco, otros nada. En suma, se te llamará o reconocerá por una actitud exterior a tu persona y no por tu nombre verdadero.
"Pero si el Señor te llama a esa otra soledad escondida, en el desierto donde ya te encuentras, a desearlo ¡tanto! en la noche oscura, a vivir con Él y en Él...; entonces nadie te dirá solitario, porque nadie te verá realmente como eres, oculto y escondido donde Él te lleva, pero serás más monje que los monjes y más filósofo que los filósofos."
(Alberto E. Justo "El Desierto es la ciudad" Meditaciones. ECUAM. Buenos Aires 1992. Pág. 23)

domingo, 21 de julio de 2013

Sigue, ahora: no temas...



A pesar de lo que fuere... Nada es como el Don de Dios. Cuando invitamos al reposo y a la paz es, sin duda, porque esa es la perspectiva y ese el ámbito de quien se abandona en el Señor.
Ahora bien, es necesario "correr el riesgo", es decir: arrojarse sin dejar mucho lugar a las dudas y a las vacilaciones. De estos titubeos habrá siempre, pero una cuota más alta de coraje acabará siempre por llevarnos más adelante.
El Señor nos invita a la confianza. Es cierto que la necedad y la imprudencia aparecen por todos lados. Hoy es posible, y muy posible, sufrir sorpresas y desconsideraciones en el lenguaje y en los hechos. Pero es necesario renunciar a darles alguna importancia. No, no dependemos del variable carácter de los "otros". Tampoco de los antojos pasajeros. Cuando recibimos noticia de todo ello será bueno apartar la atención de lo que no cuenta.
Nuestra atención no precisa "refuerzos" de ningún tipo. Me refiero a que no tenemos necesidad ni apuro de enlazar o de asegurarnos de nada y mucho menos de nadie. Ni "esclavos" ni "esclavistas". La amistad verdadera es "desinteresada". Donde hay interés o utilitarismo, donde se pretende "sacar provecho" de personas y de cosas: todo se derrumba. El Señor nos da su Paz.

Alberto E. Justo http://flordelyermo.blogspot.com.ar/

domingo, 7 de julio de 2013

Con Dios todo es distinto¡¡¡¿



He aquí otro texto de Dom Porion: "La Santísiam Virgen es comparada con la aurora en el 'Cantar de los Cantares' porque es el principio de una nueva creación:'¿Quién es esa que surge como la aurora?' (Ct.6,10). Con su concepción inmaculada, la historia del hombre recomienza y todo es claro de nuevo: ella es una materia intecta, perfectamente pura y dócil, de la que será hecho el Nuevo Adán y también nosotros con Él si queremos dejarnos recrear. Porque la santísima Virgen no espera sino nuestra buena voluntad y, por fin, el gesto sin reservas de un abandono verdaderamente filial para lavarnos en su inocencia. A nosotros nos toca entregarnos a su mirada, de la que se dice, también en el Cantar, que es semejante a un lago -'Tus ojos son como las piscinas de Hesbón' (Ct. 7,5)-, a un agua perfectamente límpida en la que somos desprendidos y librados de nosotros mismos para ser inundados de la vida divina.
"En el régimen de la gracia -de esta gracia de la que María está llena y que dispensa a merced de su amor maternal- la recompensa se da antes del mérito, la riqueza y la felicidad se prodigan antes de la prueba. Éstos son los procedimientos propiamente divinos. Los hombres son incapaces de esta liberalidad porque ellos no son fuentes de bien, sino depositarios temerosos y pusilánimes. Tanto en la educación de nuestros hijos como en nuestro comercio y en nuestra justicia, nosotros en primer lugar ponemos las condiciones y las amenazas de sanciones; no acordamos el precio más que después de haber obtenido la tarea, a cambio de servicios o garantías.
"Pero con Dios todo es distinto. Desde el momento que el pecador apela a Dios, recibe justamente lo que no tiene precio: la herencia de la Sangre divina y la dignidad de hijo. Su corazón es liberado por la victoria de Cristo, es colmado de este triunfo puro, y después, una vez armado ya de nobleza y alegría, es cuando se le invita a combatir, cuando ha de aportar su trabajo y su fatiga en la medida de sus fuerzas. Tal es el gobierno del Reino de Dios, la prudencia de la santísima Virgen, la economía de la 'Casa de Oro.'
"Los caminos de Dios son distintos de los nuestros, hasta el punto que muchas veces no los comprendemos. No nos atrevemos a creer en esta dignidad, en esta libertad que se nos ofrece; casi llegamos a no fiarnos de la generosidad de Dios. Ignoramos sus dones esenciales desde el momento en que abusamos de bienes inferiores. Y la falta de fe y de confianza nos paraliza. No hallamos fuerzas para seguir el sendero desviado por el que pretendemos caminar, porque la timidez y la angustia sofocan lo mejor que hay en el hombre.
"Abramos, pues, nuestros ojos y nuestro corazón en una perfecta soledad con Dios; recojámonos y tomemos conciencia de lo que Él nos da, de lo que Él es para nosotros. Nuestra fortaleza y nuestra paciencia tan solo pueden ser sólidas si una y otra proceden de una profunda felicidad.
"A veces parece que tememos reconocer la santidad, como si se tratara de unos bienes materiales de los que uno se ve privado si otro los posee. Pero éste es un sentimiento que se apoya en una ignorancia completa de esta realidad. Lo que se da a los santos y, en primer lugar, a María, se nos da también a cada uno de nosotros. Esto es necesariamente así cuando se trata de bienes espirituales, puesto que la fuente de donde proceden es infinita e inmediata y su esencia es la caridad: quienes los reciben no lo hacen más que no reteniendo nada, más que transmitiéndolos sin reserva alguna.
"Embriaguémonos de los privilegios de María, cuya plenitud Ella nos ofrece..." (Un Cartujo "Felices los que creen" Monte Carmelo.Burgos 2009. Pp:33-35)