lunes, 12 de diciembre de 2016

(409) El elogiado P. Bernhard Häring, moralista anómico


Papa Fco. recibe comunidad Seminario Lombardo de Roma
-El padre Häring, sí… el moralista del Alfonsianum.
-Cognitio rerum per causas. Para entender la confusión actual es necesario conocer su origen. 
Con este artículo voy a complementar otro recientemente publicado en su blog por Alonso Gracián, (156) Inconveniencias eclesiales, X: Amoris Lætitia y la teología del legalismo de Bernhard Häring. En él cita unas palabras del papa Francisco en la Congregación General XXXVI de los jesuitas: «Creo que Bernard Häring fue el primero que empezó a buscar un nuevo camino para hacer reflorecer la teología moral». La afirmación es desconcertante, si tenemos en cuenta que Häring fue el máximo impugnador, quizá, de la moral enseñada por el beato Pablo VI (Humanæ vitæ) y por San Juan Pablo II (Veritatis splendor)… ¿Cómo puede entenderse?… Vayamos por partes.
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La aversión de Lutero a la ley, y concretamente a las normas moralessuele ser el trasfondo de todas las morales modernas afectadas de «anomia» (DRAE: «anomia»:del gr. a-nomos, sin ley. «Anómico»: relativo a la anomia). Lutero, contraponiendo la Ley y la Gracia, considera nefasta la moral que pretende la justificación por el cumplimiento de los mandamientos –«esto está mandado», «esto está prohibido»–. El mundo de la Iglesia es puramente gracia, y todo empeño por obedecer los mandamientos de Dios y de la Iglesia implica –judaización del cristianismo, –voluntarismo pelagiano, –soberbia humana, –rigorismo inmisericorde, –frustración y angustia, –falsificación del Evangelio de la misericordia divina, ilimitada, gratuita e incondicional, que ha sido plenamente manifestada y comunicada en Cristo. «La ley trae consigo la ira» de Dios (Rm 4,15); «por la ley se hizo más abundante el pecado» (5,20)…
Cito algunas frases de Lutero en la Controversia de Heidelberg (1518), donde expone su pensamiento en 28 proposiciones. –(1) «La ley de Dios, que es la doctrina saludable de vida por excelencia, es incapaz de conducir al hombre a la justicia: más bien constituye un estorbo» [por ejemplo, lo que Dios ha unido no lo separe el hombre; no cometerás adulterio]. –(12) «Ante Dios los pecados son realmente veniales cuando los hombres temen que sean mortales… porque cuanto más nos acusemos nosotros mismos, tanto más nos disculpará Dios». –(13) «El libre albedrío, después de la caída, no es más que un simple nombre, y peca mortalmente en tanto en cuanto hace lo que de él depende». –(16) «El hombre que piensa poseer la voluntad de lograr la gracia a base de hacer lo que de él depende [cumplir los mandamientos de Dios], añade al pecado otro pecado y se hace doblemente reo». –(23) «La ley provoca la cólera de Dios, mata, maldice, hace pecadores, juzga y condena todo lo que no está en Cristo». –(25) «No es justo quien obra muchas cosas, sino el que, sin obras, cree mucho en Cristo». –(26) «La ley dice “haz esto”, y eso jamás se hace; la gracia dice, “cree en éste”, y todo está ya realizado».
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La anomia de Lutero se introduce en amplios ambientes de la Iglesia a partir del modernismo –versión católica del protestantismo liberal–, y se difunde más ampliamente en los últimos 50 años. «Cristo nos redimió de la maldición de la ley» (Gal 3,13). Según la moral anómica, los mandamientos de Dios y de la Iglesia, aunque propongan o prohíban sub gravi una cierta conducta, no son preceptos que exijan obediencia, sino inspiraciones que impulsan hacia un ideal.
La moral anómica, por ejemplo, aunque reconoce la prohibición del adulterio, enseñada en el Decálogo y reiterada por Cristo, admite que, en ciertos casos y situaciones, se pueda permanecer fielmente en un segundo «matrimonio» [sic], fracasado el primero, manteniéndose los «cónyuges» [sic] en la gracia de Dios. O por ejemplo: el precepto de la Misa dominical, establecido como obligación grave por la Iglesia, no es tanto un mandamiento que exija obediencia, sino más bien un consejo que impulsa a un ideal. Esa moral no entiende  que siempre que el Señor nos da un mandato, nos promete dar su gracia para poder cumplirlo.
En otras palabras. Entiende que la gracia nos la da el Señor no tanto para cumplir los mandamientos, sino para creer en Cristo Salvador, y hallar en él la salvación. «El justo vive de la fe» (Rm 1,17), y no del servil cumplimiento de mandatos y normas morales.
En lo que sigue vuelvo a considerar estas cuestiones, pero lo haré centrando mi estudio especialmente en un caso concreto: la teología moral anómica, adversaria de la encíclica Humanæ vitæ. Y también de la Veritatis splendor.
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–1954. El P. Bernhard Häring, redentorista alemán (1912-1998), en sus comienzos académicos, ya contrapone Ley y Gracia cuando enseña «la esencia de la “nueva ley"» moral católica (La Ley de Cristo, original en alemán, 1954; Barcelona, Herder 1965, 4ª ed., vol.I, pgs. 293-301). Afirma todavía, sin embargo, algunas doctrinas católicas, por ejemplo, la grave maldad de la anticoncepción. Sigue, pues, por ejemplo, en esta cuestión, la doctrina siempre enseñada por los moralistas católicos y también por los protestantes, y dice que
el uso de preservativos «profana las relaciones conyugales»… «Sería absurdo pretender que tal proceder se justifica como fomento del mutuo amor. Según San Agustín, no hay allí amor conyugal, puesto que la mujer queda envilecida a la condición de una prostituta» (II,318). Por el contrario, «la continencia periódica respeta la naturaleza del acto conyugal y se diferencia esencialmente del uso antinatural del matrimonio» (316).

–1930. Fue la Conferencia Anglicana de Lambeth la que introdujo en el mundo cristiano la aceptación de la anticoncepción, en ciertas situaciones, se entiende. El cambio es logrado por una minoría muy activa, liderada por el portavoz de la Comunión anglicana en Londres, Reverendo William R. Inge, miembro de la Sociedad de Eugenesia inglesa. Desde entonces, gran parte de las comunidades protestantes «liberales» hacen suyo el cambio doctrinal, presionadas hábilmente por este lobbyprogresista. Y en los años del Vaticano II, no pocos teólogos católicos difundieron ampliamente la expectativa de que pronto se cambiaría la doctrina de la Iglesia en esta cuestión, aceptando la anticoncepción en ciertos casos y situaciones.

1968. Pablo VI, en la encíclica Humanæ vitæ, enseña como «doctrina de la Iglesia» que la anticoncepción es intrínseca y gravemente pecaminosa, reafirmando la doctrina católica constante y universal.
«La Iglesia, al exigir que los hombres observen las normas de la ley natural [creadas por Dios], interpretadas por su constante doctrina, enseña que cualquier acto matrimonial (quilibet matrimonii usus) debe quedar abierto a la transmisión de la vida» (11). Usar medios anticonceptivos físicos o químicos «es contradecir la naturaleza del hombre y de la mujer, y sus más íntimas relaciones, y por lo mismo es contradecir también el plan de Dios y su voluntad» (13). «Es por tanto un error pensar que un acto conyugal, hecho voluntariamente infecundo, y por eso intrínsecamente deshonesto, pueda ser cohonestado por el conjunto de una vida conyugal fecunda» (14).
La encíclica fue pésimamente resistida en muchos ambientes de la Iglesia, incluso por algunas Conferencias episcopales. Curiosamente los Obispos y teólogos que con más dureza combatieron la encíclica Humanæ vitæ, confiesan hoy piadosamente –los que sobreviven o los que actualmente los siguen– que la exhortación apostólica Amoris lætitia requiere absolutamente la aceptación de todos los fieles cristianos, por ser ciertamente, como Magisterio apostólico, «obra del Espíritu Santo»… ¿Y la Humanæ vitæ?
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–1968. El P. Bernhard Häring, que ha ido acentuando más y más su alergia anómica, enseña ahora que la anticoncepción es lícita en ciertos casos y situacionesy combate con tremenda dureza la enseñanza de la Humanæ vitæ.Mes y medio después de la publicación de la encíclica hace un llamamiento urgente y universal a resistirla. Hereda, pues, ya la anomia de Lutero, su compatriota.
«Si el Papa merece admiración por su valentía en seguir su conciencia y tomar una decisión totalmente impopular, todo hombre o mujer responsable debe mostrar una sinceridad y una valentía de conciencia similares… El tono de la encíclica deja muy pocas esperanzas de que [un cambio doctrinal] suceda en vida del Papa Paulo… a menos que la reacción de toda la Iglesia le haga darse cuenta de que ha elegido equivocadamente a sus consultores y que los argumentosrecomendados por ellos como sumamente apropiados para la mentalidad moderna [alude a HV12] son simplemente inaceptables… Lo que se necesita ahora en la Iglesia es que todos hablen sin ambages, con toda franqueza, contra esas fuerzas reaccionarias» (La crisis de la encíclica. Oponerse puede y debe ser un servicio de amor hacia el Papa: «Common Weal» 88, nº20, 6-IX-1968; art. reproducido en muchas revistas católicas, como la de los jesuitas de Chile, «Mensaje» 173, X-1968, 477-488).
–1989. Años más tarde, persistiendo en su combate contra la encíclica, el P. Häring exige que la doctrina católica sobre la anticoncepción se ponga  a consulta en la Iglesia, pues acerca de la misma «se encuentran en los polos opuestos dos modelos de pensamiento fundamentalmente diversos» («Ecclesia» 1989, 440-443). Efectivamente, obediencia a la norma moral, viendo en ella la voluntad de Dios, y moral anómica, que por el discernimiento hace prevalecer en ciertos casos la conciencia creativa, son inconciliables entre sí.
–1993. Y aún tuvo ánimo el P. Häring, en edad avanzada, para arremeter con todas sus fuerzas contra la encíclica Veritatis splendor (1993), especialmente en lo que ésta se refiere a la regulación de la natalidad: «no hay nada […] que pueda hacer pensar que se ha dejado a Pedro la misión de instruir a sus hermanos a propósito de una norma absoluta que prohíbe en todo caso cualquier tipo de contracepción» («The Tablet» 23-X-1993). Por lo demás, es lógica la total aversión de Häring a la Veritatis splendor, pues gran parte de los errores morales que ella denuncia y refuta le afectan a él.
La Academia Alfonsiana dedica en su web a Bernhard Häring un memorial honorífico, en el que nos informa de que a este profesor de moral «le llovieron honores y premios» de todas partes, y que «es considerado por muchos como el mayor teólogo moralista católico del siglo XX».
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La coalición contra la Humanæ vitæ invade en seguida gran parte de las cátedras y publicaciones católicas. Una declaración, por ejemplo, de la Universidad Católica de Washington, encabezada por el P. Charles Curran (1934-), y apoyada por unos doscientos «teólogos», rechaza públicamente la doctrina de la encíclica contraria a la anticoncepción («Informations Catholiques Internationales», n. 317-318, 1968, suppl. p.XIV).
El P. Marciano Vidal (1937-), también redentorista, difunde la moral anómica del P. Häring en sus muy numerosas obras, concretamente en la principal de ellas, la Moral de actitudes, publicada en tres tomos a partir de 1974. Durante varios decenios fue la obra más estudiada en facultades y seminarios de habla hispana; pero también fue traducida a un gran número de lenguas, incluso al coreano. Una edición italiana de 1994ss, por ejemplo, traduce la 8ª edición española.
La Congregación de la Fe publica en el año 2001 –¡por fin: en el año 2001!– una Notificaciónreprobatoria de la Moral de actitudes, firmada por el cardenal Ratzinger. En ella se señala minuciosamente un gran número de errores y de ambigüedades: «estos juicios morales no son compatibles con la doctrina católica». Uno de ellos es la anomia: «En el plano práctico, no se acepta la doctrina tradicional sobre las acciones intrínsecamente malas y sobre el valor absoluto de las normas que prohíben esas acciones». 
El cardenal Carlo Martini (1927-2012) propugna también la moral anómica, rechazando no pocas normas morales enseñadas por el Magisterio apostólico, sobre todo las relativas a la sexualidad. En el libro Coloquios nocturnos en Jerusalén (San Pablo, Madrid 2008) refiere que con otros cardenales había hablado acerca de
«las cuestiones a las que tendría que enfrentarse el nuevo Papa y a las que tiene que darnuevas respuestas [es decir distintas, contrarias a las vigentes]. Según mi opinión, entre ellas está la relación con la sexualidad y la comunión para los divorciados que han vuelto a contraer matrimonio» (pg. 68).  Ataca el Cardenal en la obra con gran dureza la enseñanza de laHumanæ vitæ (cp.V, Aprender a amar, pgs. 139-156). «Debo admitir que la encíclica ha suscitado un desarrollo negativo. Muchas personas se han alejado de la Iglesia, y la Iglesia se ha alejado de los hombres. Se ha producido un gran perjuicio (…) Buscamos un camino para hablar con solidez acerca del matrimonio, del control de la natalidad, de la fecundación artificial y de la anticoncepción» (pgs. 141-142). Son palabras del que fue rector de la Universidad Gregoriana, arzobispo de Milán y miembro distinguido del grupo cardenalicio de Saint Gall.
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  (346-347) La anticoncepción «sigue» y «prosigue» (ver el texto aquí y aquí). «Gracias» especialmente a la enseñanza anti-católica de la anomia, encabezada por autores como el P. Häring o el P. Marciano Vidal, se ha generalizado la anticoncepción en la mayoría de los matrimonios católicos. Actualmente es rara la predicación que la reprueba, tanto en homilías como en cursillos prematrimoniales. Tampoco hoy laHumanæ vitæ suele ser impugnada polémicamente, sino simplemente de hecho, en forma de silencio sistemático. Resistiendo así la doctrina de la Iglesia, se ha legitimado de hecho la anticoncepción, que viene a ser considerada un logro de los medios anticonceptivos modernos, del que los matrimonios católicos no tienen por qué privarse.
La enseñanza falsa de los moralistas anómicos ha difundido la peste de la anticoncepción entre los matrimonios cristianos, falsificando la unión conyugal, enfermándolos gravemente y, a veces, quebrándolos. Otra es la doctrina verdadera y grandiosa de la Iglesia: «Hay actos que por sí y en sí mismos, independientemente de las circunstancias y de las intenciones, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto; por ejemplo… la anticoncepción (Catecismo 2370)… Son, pues, actos intrínsecamente malos, siempre y por sí mismos» (S. Juan Pablo II, Veritatis splendor 80).
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La moral anómica ha prevalecido en no pocas Iglesias locales. Según ella, los mandamientos de Dios y de la Iglesia, aun aquellos que se han dado sub gravi en forma absoluta –sobre la anticoncepción, el divorcio y el adulterio, o sobre cualquier otra grave cuestión moral–, no siempre obligan a la obediencia. No son propiamente preceptos que obliguen en conciencia, sino más bien inspiraciones que señalan unideal. Pueden darse, por tanto, situaciones –que habrá que discernir «caso por caso»– en los que un incumplimiento consciente, libre y estable de graves mandamientos de Dios o de la Iglesia sea compatible con un estado personal de gracia, que permite el pleno acceso a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía.
La anomia moral ha «silenciado» así la palabra de Cristo: «si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Jn 14,15); y «vosotros seréis mis amigos si hacéis lo que yo os mando» (15,14). Queda también descolocada la enseñanza del apóstol y evangelista Juan: «conocemos que amamos a los hijos de Dios en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos» (1Jn 5,2).
La moral anómica es causa principal de la ruina de muchas Iglesias locales.Donde llega a prevalecer, muchos graves pecados «dejan de ser pecado», quedandescatalogados en la práctica. Lo explico en (326) Catálogo de pecados descatalogados. Cuando el cristiano anómico niega que debe conformar en conciencia su mente y su vida a las leyes de Dios y de la Iglesia porque, según le han enseñado, éstas nunca exigen su obediencia –son únicamente inspiraciones que señalan un ideal–, puede llegar a cometer graves pecados habitualmente sin sentirse culpable, sino en gracia de Dios. Pongo tres ejemplos. Sólo tres, pero que son suficientes para derribar una Iglesia en pocos años.
1.-El precepto de la Misa dominical está claramente formulado por la Iglesia (Código, cánones 1246-1248); pero la moral anómica, allí donde prevalece, consigue que innumerables bautizados lo quebranten sin mayor reproche de sus conciencias.  
2.-La Iglesia prohíbe a los casados la anticoncepción; pero la moral anómica, allí donde prevalece, consigue que innumerables matrimonios quebranten esa norma sin mayor reproche de sus conciencias. 
3.-Los Obispos «deben» castigar a quienes difunden herejías, según lo manda la Iglesia (canon 1371); pero la moral anómica, allí donde prevalece, consigue que innumerables Obispos quebranten esa norma sin mayor reproche de sus conciencias.
Et sic de cæteris. Los pecados que de hecho son descatalogados por la anomia, a diferencia de los demás pecados, no son combatidos ni por el pecador ni por la Iglesia local. Lo que les permite perdurar indefinidamente con toda paz. Algunos de ellos, como el 3º ejemplo, consigue incluso que el pecado venga a ser considerado como una virtud.

La moral anómica consigue, allí donde prevalece, que los cristianos que reconocen el deber moral de obedecer, con el auxilio de la gracia, las normas morales de Dios y de su Iglesia sean considerados legalistas, fariseos, duros de corazón, necesariamente hipócritas, ajenos a la realidad social y eclesial, rígidos, psicológicamente frustrados, rigoristas crueles con sus hermanos, tristes esclavos de leyes y normas, incapaces de discernir más allá de «lo blanco o lo negro» («esto ha de hacerse y eso otro está prohibido»), etc. Gente impresentable.
«Ven, Señor Jesús». «Venga a nosotros tu Reino».
José María Iraburu, sacerdote

Post post. –En anteriores artículos expuse en forma positiva la admirable unidad que hay en la Iglesia entre ley y gracia, concretamente en la serie (80-94) La ley de Cristo, reprobando al mismo tiempo la moral anómica. Más recientemente he vuelto sobre el tema con ocasión de los últimos Sínodos y de la Amoris lætitia(343) Sínodo: los que aman a Dios son los que cumplen sus mandatos. —(375) Amoris lætitia -3. Verificación de un principio de moral fundamental: hay mandamientos que, en contra de lo enseñado por el situacionismo, han de aplicarse a todos los casos particulares. (377) AL -5. Imputación, conciencia y normas morales. —(378-379) AL -6 y -7. Norma moral, discernimiento y concienciaAquí  y aquí

(156) Inconveniencias eclesiales, X: Amoris Lætitia y la teología del legalismo de Bernhard Häring



Amoris Lætitia parece plantear su análisis de la situación de los divorciados en nueva unióncalificando como rigorista todo tipo de juicio moral definitivo al respecto. Ni bien del todo ni mal del todo, ni blanco ni negro. Afirmar que una situación es blanca o negra, es decir, buena o mala, verdadera o falsa, es etiquetada como afirmación rígida:
«298. Los divorciados en nueva unión, por ejemplo, pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas enafirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral.»
Aunque reconoce que no es el ideal moral:
«(298) Debe quedar claro que este no es el ideal»
Es decir, el estado de los divorciados vueltos a “casar” no es ni blanco ni negro; se reconoce que ciertamente no es el idealpero que no debe catalogarse como situación en una categoría “rígida”, sino polivalente o indefinida: transgresión de la ley, no transgresión de la ley, aproximada transgresión de la ley, etc. Es lo que hay que discernir, en lugar de juzgar aplicando la ley al caso. Por categoría rígida, evidentemente, se refiere a su relación específica y unívoca con la Ley Moral, como se puede notar en todo el Capítulo ocho.
No es justo, enseña A.L., juzgar la situación irregular respecto a la ley moral, pues esto daría lugar a un juicio rigorista, en que quedaría en exceso definida su bondad o mal respecto a la ley moral. Y no es justo, se pretende mostrar, porque la ley moral, según A.L., no basta para valorar la fidelidad de una persona a Cristo, que no puede “medirse” por su conformidad con la ley divina, sino respecto al discernimiento, que no juicio, de la propia conciencia:
«304. Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general.»
Es una de las tesis centrales que atraviesan A.L.: es mezquino hacer afirmaciones rígidas. Afirmaciones rígidas, pues, en este contexto anti-rigorista, parecen ser aquellas que refieren la acción a la ley moral. ¿Por qué? Por lo que llamoprincipio de incompletitud de la ley moral, característico de las éticas situacionistas derivadas del nominalismo modernola ley moral, supuestamente, no puede abarcar todos los casos y situacionesy no basta para valorar si una persona es fiel a Cristo o no:
«Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general, porque eso no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la existencia concreta de un ser humano» (A.L. 304)
Esta acusación de rigorismo recuerda y es parecida a la teología del legalismo propia del situacionismo teológico, como venimos afirmando en este blog. Concretamente, esta idea ha sido ampliamente defendida por el teólogo redentoristaBernhard Häring.
I.- HÄRING, UN TEÓLOGO HETERODOXO ELEVADO A LOS ALTARES
Charles Curran presenta así la tesis central de la teología de Häring. 
«El cristiano está llamado al crecimiento y a la conversión continua de su vida moral en sus múltiples relaciones con Dios, con el prójimo, con el mundo y consigo mismo. Häring se opone firmemente a todo tipo de legalismo que hace de Dios un controlador en vez de un Salvador lleno de misericordia
Puede comprobarse la consonancia con la idea central de A.L. cap. 8.
En la página de la Academia Alfonsiana, en que no le escatiman elogios, definen la obra teológica de Häring como una lucha contra el legalismo y rigorismo -contra el Magisterio.
«La oposición del Padre Häring a toda clase de legalismo y rigorismo alcanzaría incluso a algunos pronunciamientos oficiales de la Iglesia, que él consideraba demasiado intransigentes. Particularmente crítica fue su actitud frente al rechazo de los métodos de control artificial de los nacimientos, tal como viene formulado en la encíclica Humanae Vitae. Esta actitud le costaría no pocos sufrimientos y amarguras, sobre todo, cuando -en la década de los ’70- la Congregación para la Doctrina de la Fe le sometió a un proceso investigativo.»
No dudan en poner a Häring en la cumbre de la teología moral:
«El Padre Bernhard Häring, uno de los más egregios fundadores de la Academia Alfonsiana, es considerado por muchos como el mayor teólogo moralista católico del siglo XX. La contribución del Padre Häring en el campo de la teología moral ha sido extraordinaria. Escribió 104 libros, de los que se han hecho trescientas traducciones. Publicó unos 1000 artículos en diversos idiomas. Le llovieron honores y premios de parte de las más prestigiosas asociaciones, como el “National Catholic Book Award” de la Catholic Press Association, el premio “Wlodzimierz Pieterzak” de Polonia. Su nombre fue incluido en el Who’s Who en América y en el resto del mundo. Es citado en el Diccionario de Bibliografía Internacional y por el Who’s Who Internacional de autores y escritores. Fue Profesor y dio conferencias en prestigiosas universidades y centros de estudio, como Fordham, Yale, Brown, Temple, San Francisco, el Kennedy Institute for Bio-ethics-de la Georgetown University etcétera.»
Respecto a Häring, hay que decir que en La ley de Cristo comienzan a asomar ciertos errores anómicos, cierta actitud antiley, pero todavía se puede decir que no se aparta en esencia de la moral católica. Lo peor vino después, con su lucha contra el magisterio eclesiástico, siempre a peor, deteriorándose su doctrina progresivamente.
Resulta dramático, por la desistencia de autoridad que supone, que un teólogo tan heterodoxo como Häring, profundísimamente nominalista y proluterano en su doctrina sobre la gracia y la ley, detractor acérrimo de la Humanae vitae, haya tenido tanta difusión. Ha sido incluso canonizado por la propia Academia Alfonsiana:
«A todos cuantos conocieron al Padre Häring y particularmente a cuantos recibieron de él la luz de su ciencia o la ayuda de sus consejos pedimos una plegaria ante el Señor. Que él desde el cielo nos ayude a continuar sin cansancio la obra a la que él consagró su vida.»
Tal es el prestigio de Häring entre los católicos, que el propio Papa Francisco, recientemente en Diálogo del Papa Francisco con los jesuitas reunidos en la Congregación General XXXVI,  , (aquí en italiano) afirma de Häring que:
«Creo que Bernard Häring fue el primero que empezó a buscar un nuevo camino para hacer reflorecer la teología moral. Obviamente en nuestros días la teología moral ha hecho muchos progresos en sus reflexiones y en su madurez; ya no es más una «casuística».
A continuación se afirma en retorsión que no hay que caer en el situacionismo:
«En el campo moral hay que avanzar sin caer en el situacionalismo; pero por otro lado hay que hacer surgir la gran riqueza contenida en la dimensión del discernimiento»
II.- HÄRING Y EL PRINCIPIO DE INCOMPLETITUD DE LA LEY MORAL
Es significativo, en este mismo diálogo del Papa con los jesuitas, cómo preguntan sobre moral en términos situacionistas, a la manera de Häring: sustituyendo el juicio de la conciencia (aplicar la ley al caso) por el discernimiento (valorar la situación sin referirla a la ley moral sino al ideal, mediante un ejercicio de conciencia creativa). Esto resulta muy llamativo:
«En su discurso nos ha propuesto claramente una moral que se funda en el discernimiento. Cómo nos sugiere avanzar en el campo moral en torno a esta dinámica de discernimiento de las situaciones morales? Me parece que no es posible detenerse en una interpretación de aplicación subsuntiva de la norma que se limita a ver las situaciones particulares como casos de la norma general.»
Observad cómo en la pregunta se afirma la tesis situacionista de la incompletitud de la ley Moral. Y la respuesta es: «El discernimiento es el elemento clave: la capacidad de discernimiento. Y estoy notando precisamente la carencia de discernimiento en la formación de los sacerdotes. Corremos el riesgo de habituarnos al “blanco o negro” y a lo que es legal.Estamos bastante cerrados, en general, al discernimiento. Una cosa es clara: hoy en una cierta cantidad de seminarios ha vuelto a reinstaurarse una rigidez que no es cercana a un discernimiento de las situaciones
La substitución del juicio de la conciencia por el discernimiento creativo, sin la “esclavitud” de la ley, como diría Häring, es uno de los elementos situacionistas preferidos por el teólogo redentorista.
El riesgo del blanco y el negro resuena parecido a la tesis de la creatividad de la conciencia, la negación de su limitación legalista a unos parámetros que el situacionismo considera rígidos, y que impiden el discernimiento. De forma que recuerda en exceso a la propuesta de Häring. No puede soslayarse el hecho de que en A.L. parece propugnarse un discernimiento alternativo a la aplicación de la ley moral al caso. Dice el redentorista:
«¿Existe una conciencia creativa? A mi parecer, la respuesta puede ser solamente un claro sí. Notando enseguida que la conciencia de aquél que está totalmente aferrado a preceptos rígidos y a normas prohibitivas no puede ser creativamente activa. Esta se aferrará literal y escrupulosamente, en la medida en que podrá, a las normas consideradas como algo inflexible» (Norma y conciencia creativa, 1989)
Esta supuesta inflexibilidad rigorista de la aplicación de la ley al caso, cuyo resultado es el blanco y negro detestado por legalista, es proscrita como criterio pastoral. Se pide a los sacerdotes no caer en juicios rígidos, en esa moral de escritorio que está al margen de las situaciones, y que consiste en aplicar mecánicamente la ley al caso (es lo que en AL se denomina casuística, sin serlo en propiedad).
Acerca de esto, Häring afirma:
«La conciencia, que está frente a conflictos normativos de preceptos que aquí y ahora se contradicen, que no parecen admitir ninguna flexibilidad y ninguna excepción, llegará a ser inevitablemente enferma con reflejos devastadores en la relación con el Dios legislador.» (Norma y conciencia creativa, 1989)
Y a continuación expresa que el rigorismo consiste, precisamente, en no ser capaz de cumplir el bien más allá de la ley:
«En mi actividad pastoral y en la terapia me he encontrado con moralistas, canonistas y sacerdotes intérpretes despiadados de la inflexibilidad de cualquier norma: estas pobres personas eran prisioneras de su rigorismo y vivían en un estado de continua angustia y sufrimiento. De ello derivaba que su conciencia era de ningún modo creativa. A esas personas se les escapaban todas las ocasiones de cumplir el bien más allá de la ley» (Norma y conciencia creativa, 1989)
Inconveniente es encontrar resonancias o parecidos de esta doctrina en el capítulo 8 de A.L. Porque los fieles pueden pensar que está validando este tipo de teologías, al expresarse de la misma manera.
Seguidamente, el teólogo anticonceptista expresa cómo una persona puede descubrircómo agradar a Dios mediante un discernimiento creativo, que entiende la valoración moral de las acciones humanas más allá de la esclavitud de la ley. Aquí resuena de nuevo en A.L. cierto lenguaje que induce a pensar en términos en que el discernimiento eclipsa el juicio objetivo de la conciencia:
«La mirada decidida y determinante del cristiano sanamente formado se dirige hacia todos los signos de la benevolencia y de la gracia de Dios, y frente a las nuevas provocaciones del amor del prójimo, se pregunta no tanto: “¿lo debo hacer"?, sino: “¿qué puedo dar al Señor aquí y ahora por todo el bien que me ha hecho?”. Aquel que ha orientado su conciencia en el sentido de las bienaventuranzas y de los mandamientos del evangelio y que sobre todo ha ordenado su conciencia a la finalidad de esos mandamientos y bienaventuranzas y se esfuerza infatigablemente por traducirlos en la práctica del mejor modo posible, hará continuamente nuevos descubrimientos.» (Norma y conciencia creativa, 1989)
O como se dice en el punto 303 de A.L.:
«Pero esa conciencia puede reconocer no sólo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo. De todos modos, recordemos que este discernimiento es dinámico y debe permanecer siempre abierto a nuevas etapas de crecimiento y a nuevas decisiones que permitan realizar el idealde manera más plena.»
El concepto central del situacionismo de Häring es consecuencia de la tesis del principio de la incompletitud de la ley natural, que parece ser expresada en uno de los puntos claves de AL:
«304. Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general, porque eso no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la existencia concreta de un ser humano.»
De este principio se desprende la tesis neotérica de la incorporación activa de la conciencia al discernimiento, en sacrificio de la objetividad del juicio moral de la razón práctica, por el cual la conciencia prevalece sobre la ley moral y no la sirve, sino la enfrenta,  tal y como es posible se muestre confusamente en este punto de A.L.:
«(303) A partir del reconocimiento del peso de los condicionamientos concretos, podemos agregar que la conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia en algunas situaciones que no realizan objetivamente nuestra concepción del matrimonio. Ciertamente, que hay que alentar la maduración de una conciencia iluminada, formada y acompañada por el discernimiento responsable y serio del pastor, y proponer una confianza cada vez mayor en la gracia. Pero esa conciencia puede reconocer no sólo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites»
Según esto, la ley moral no se puede aplicar a ciertos casos en que aplicarla sería rigorismo, y por tanto, para discernir el caso, (no para juzgar, nótese la distorsión lingüística), la conciencia debe ser creativamente incorporada para la autojustificación de excepciones. Esta idea insistente de Häring, que parece latente en A.L., es expuesta por el teólogo redentorista en el articulo citado Norma y conciencia creativa. En este texto, siempre bajo la perspectiva de su lucha contra el supuesto rigorismo del Magisterio y la pastoral de la Iglesia, afirma algo que suena de forma muy parecida a las paráfrasis de la exhortación.
Si leemos con lectura natural todo el capítulo 8 de la exhortación apostólica, nos embarga una duda. ¿Estará enseñando que hay pecados que, en ciertas situaciones, ni con el auxilio de la gracia se pueden evitar?:
«302. En el contexto de estas convicciones, considero muy adecuado lo que quisieron sostener muchos Padres sinodales: «En determinadas circunstancias, las personas encuentran grandes dificultades para actuar en modo diverso […] El discernimiento pastoral, aun teniendo en cuenta la conciencia rectamente formada de las personas, debe hacerse cargo de estas situaciones.»
III.- LA GRACIA VANA, QUE NO SE DA EXACTAMENTE PARA CUMPLIR LOS MANDAMIENTOS
Nos preguntamos: ¿cómo puede pensarse que la gracia que se da para cumplir los mandamientos, no baste para cumplirlos y evitarlos en ciertas situaciones?¿Cómo puede ser además que manteniéndose en pecado un sujeto pueda, por el contrario, crecer en gracia y virtudes teologales y realizar actos saludables? La respuesta a esta propuesta sorprendente de AL la proporciona el propio Häring:es que la gracia, dice, no se da exactamente para cumplir los mandamientos de la ley Natural, sino para seguir a Cristo. Es decir, para este teólogo, se puede seguir a Cristo y al mismo tiempo incumplir los mandamientos, porque la gracia no se dá exactamente para cumplir los mandamientos. La gracia, según la nueva moral, se da para seguir a Cristo, no para cumplir los mandamientos. Como dice Häring en “La nueva alianza vivida en los sacramentos”:
«La gracia del Espíritu Santo no es algo accesorio, que se añade de una manera postiza a la ley nueva. Tampoco es exactamente una ayuda o una fuerza que se nos concedió después para que pudiésemos cumplir los preceptos de una ley exigente y difícil.» (Pág.112)
Si, según este principio, la gracia no es exactamente una ayuda para cumplir los mandamientos, las ambiguedades mostradas en Amoris laetitia al respecto resaltan aún más en cuanto tales. Lo vemos por ejemplo aquí:
«(AL 302). En el contexto de estas convicciones, considero muy adecuado lo que quisieron sostener muchos Padres sinodales: “En determinadas circunstancias, las personas encuentran grandes dificultades para actuar en modo diverso” […] El discernimiento pastoral, aun teniendo en cuenta la conciencia rectamente formada de las personas, debe hacerse cargo de estas situaciones. »
Las consecuencias de la tesis están recogida, como vimos, en el punto 303.
Recuerda a una idea clarísimamente enseñada por Häring: la ley natural no es ley de esclavos, y por tanto, el Señor no exige un rigorista cumplimiento; se puede estar en gracia y recibir gracias incluso si se incumple, porque pretendidamente la gracia no se da exactamente para cumplir los mandamientos de la ley moral. El cristiano, según esta perspectiva, no está ni bajo la ley ni en la ley. Está al margen, por gracia. ¡!
Así lo explica Häring:
«Y sin embargo esta vida en el Espíritu no puede ser descrita ni presentada como «vida bajo una ley». El hombre que camina en el Espíritu no está ante la ley de Cristo como frente a una ley exterior y esclavizante. Haciendo de nuestra vida en Cristo la norma fiel de nuestros pensamientos, deseos y acciones, ni estamos sin ley ni estamos bajo una ley.» (La nueva alianza vivida en los sacramentos, Pág.116)
Se entiende así, lógicamente, que si según el situacionismo de Häring la vida en el Espíritu Santo no es una vida bajo la ley, entonces, como se deduce confusamente de AL, se pueda incumplir los mandamientos y a la vez vivir en gracia y creciendo en caridad y virtudes teologales..
Eso sí, Häring advierte que la ley natural sí que nos sirve de indicación para el camino-.
«Con todo, seguimos necesitando siempre las indicaciones de la ley exterior con sus preceptos y prohibiciones. Dicha ley es la clave para «distinguir los espíritus» (pág.116)
Lo mismo parece enseñar A.L.: la ley moral no como un principio inmutable que aplicar a todos los casos, sino una guía, una indicación de discernimiento.
«305. Por ello, un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales» (…) En esta misma línea se expresó la Comisión Teológica Internacional: “La ley natural no debería ser presentada como un conjunto ya constituido de reglas que se imponen a priori al sujeto moral, sino que es más bien una fuente de inspiración objetiva para su proceso, eminentemente personal, de toma de decisión". El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos de respuesta a Dios»
Es la tesis principal del situacionismo, que pareciera expresarse aquí:
«304.- Es verdad que las normas generales presentan un bien que nunca se debe desatender ni descuidar, pero en su formulación no pueden abarcar absolutamente todas las situaciones particulares. Al mismo tiempo, hay que decir que, precisamente por esa razón, aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma.»
He escrito este análisis comparativo del situacionismo de Häring y el lenguaje de A.L. con sentido de la responsabilidad, y amor a la Iglesia y al Romano Pontífice, en bien de mi prójimo. No pretendo sino contribuir a un mejor esclarecimiento de los puntos oscuros de la exhortación. Entiéndase así este post.
Laus Deo Virginique Matri

viernes, 7 de octubre de 2016

caminos de contemplación


No es difícil hallarlos, sobre todo cuando vamos "unificando" nuestra vida. Cuando dejamos que Dios nos "una" en Él y con Él, en el misterio de su presencia y de su amor...
Pero ha de ser Él. Porque los caminos no son ilusiones ni fantasías. Tampoco tienen que ver con los antojos u ocurrencias de "otros" que pretenden imponer modos, emociones o actitudes postizas,
precisamente cuando las ambiciones de poder mundano están a la orden del día, cuando los que se atribuyen, aún en el campo religioso, un dominio que no les pertenece, que nunca les pertenece, ni les ha pertenecido jamás.
Los caminos de la contemplación son "de otra índole", están más allá de los "controles" y de los proyectos; y son caminos de Dios. Es por ello que el peregrino ha de vivir en paz y libertad, muy lejos de costumbres y modas, muy lejos de fanatismos e imposiciones hueras...
¡Adelante pues, con gran confianza! Descubramos en las entretelas del corazón y en su silencio los lugares y el espacio, la apertura que es camino (¡y mil caminos!) por gracia de Dios.

Alberto E. Justo

sábado, 30 de abril de 2016

Tengamos presente lo más escondido


Siempre de camino, descubriendo el secreto del corazón, del Fondo del Alma, maravilloso misterio del cual nada podemos decir y todo podemos gozar...
Es un regalo penetrar algo de todo ello, pues nos damos cuenta que la luz, que la música más sublime, está ahí y que no queda sujeta ni expuesta a variaciones ni antojos, a razonamientos vanos, ni a comentarios ociosos. Cuando algo interior y verdadero se nos esconde es para "verlo" en una perspectiva infinitamente más profunda, que va más hondo que los sentidos y las potencias.
Por ello: callemos reverentes, con infinito respeto, y cultivemos ese silencio que ya está en el alma y que nos lo dice todo más allá de todo (o más aquí, si se prefiere) sin olvidar la ternura divina que se manifiesta a cada paso de nuestras jornadas.

Alberto E. Justo...
http://flordelyermo.blogspot.com.ar