martes, 24 de junio de 2008

P.Fray Alberto Justo O.P."Hacia una filosofia del desierto" (introducción)



"Pida, en fin, con plegarias e invocaciones, la gracia de la contemplación y de su perseverancia" ( Regla para eremitas en el corazón)...............

" Se abre un horizonte inmenso. Es inimaginable y mayor que toda forma o manera. Supera cualquier imagen y cualquier sospecha.
¿Cómo puedo llegar hasta él? O, mejor todavía, ¿como me sumerjo en esa dimensión nueva que se abre en mi propio corazón?
Todo es armonía, hasta en la vivencia del dolor...aquel horizonte, que parece tan lejano, lo veo, lo percibo, lo toco, lo puedo asir, en la belleza de una sola flor. Esto es : en esa flor, en su perfume, en sus colores, en la brisa que la mueve, en su presencia en fin.
¡Transparencia admirable!Aún en las pequeñas piedras de la orilla de un arroyo. San Francisco no dudó en llamarlas "hermanas" . Y es que poseen un mensaje, hasta una voz. Esa música admirable del ser y de su transparencia que resuena siempre que nos detenemos, con respeto, ante el.
La Belleza requiere respeto para ser recibida. Muchos se preguntan por qué algunos son tan sensibles a determinadas presencias y otros permanecen indiferentes. Desde luego que las causas son muchas, pero es indudable que la actitud generosa y respetuosa ante las cosas contribuye, en modo admirable, a acoger lo bello, siempre mas profundamente...
El poeta, mas que escritor o cantor de la boca para afuera, es un descubridor. Es, en efecto antes que nada un lector del ser y de su manifestación, cualquiera sea ella, un lector en profundidad, un arrebatador de secretos que , en la mayoría de los casos. no acierta a comunicarlos como deseara. Ni siquiera puede comprehenderlos él.
! Admirable horizonte, maravilloso campo, donde hay tantos tesoros escondidos¡ En la transparencia del agua del pequeño arroyo; en las flores que aparecen, casi inesperadamente, en las orillas; en las aves y en los reflejos y figuras que el sol pinta en aquél claro del bosque..; sí, allí o aquí, aspirando el perfume de la tierra, mirando atraves de la corteza de los arboles: presencia de lo que no acertaré a definir sino nada menos que a ver...Presencia, en suma, que veo en la luz incomparable que baja del Cielo.
Este es un testimonio. Se trata de la morada interior, de ese templo abierto al cielo, que es el corazón.
Es un testimonio, en suma, de que no existen confines para el espíritu del hombre, ordenando para acoger y hacerse uno con el Espíritu divino." ...(continuara) ...