martes, 24 de marzo de 2009

RITMOS Y ANTINOMIAS ESPIRITUALES -- 1. EL RETORNO A LOS PADRES O MÁS BIEN A LA VOZ DE LA PROPIA CONCIENCIA- Cardenal Tomás Spidlik S.J.



Es casi el primer principio de la reforma estudita: el "retorno a los Padres", que quiere decir a los escritos de los Padres. Su lectura es semejante a la de la misma Escritura. Basta escuchar lo que Teodoro Estudita dice de Basilio: "Quien se deja guiar por él, es guiado por el Espíritu Santo y quien no confía en él, no cree en Cristo que ha hablado a través de su boca" (8). Esta estima por la tradición da a la vida del monasterio una unidad histórica: él descubre, por así decir, su identidad a través de los siglos.

Cuando se pinta un ícono, en primer lugar se trazan las líneas tradicionales del cuadro y sólo en ellas, luego, el pintor desarrolla su arte personal. Las reglas monásticas son consideradas de manera semejante. Los santos personajes sobresalen de estas reglas, como un icono tradicional de un cierto tipo de santidad monástica.

La tradición es considerada sagrada y comienza a tener un peso cada vez más determinante en cualquier controversia. La fórmula: "así enseñaban los Padres" se vuelve casi mágica. La vida monástica de los Padres no sólo está garantizada por una larga experiencia sino que también está inspirada por el Espíritu Santo. Pero no estamos seguros cuando se trata de hombres recientes. Un tradicionalista convencido, José de Volokolamsk, reformador monástico en Rusia con el espíritu de los estuditas, lo afirma candidamente: "El hombre de hoy se ha vuelto tan débil en la fe, que no es más digno de ser iluminado por el Espíritu Santo" (9).

Para confirmar esta sentencia toma, a través de Juan Crisóstomo (10), la expresión clásica de déuteros ploûs, la segunda navegación: "la primera se hace con velas, o sea con el Espíritu Santo, la otra con los remos, o sea con las escrituras sagradas" (11) es decir con los escritos espirituales.

Que esta actitud tiene muchas ventajas, está fuera de toda duda. Dio nacimiento al medioevo bizantino. Pero pronto, desde el inicio, se notan también enormes desventajas. Como el arte iconográfico que, en un cierto período, se degenera en su oficio, así en la vida según las "santas reglas" aparecen hombres que dejan de creer en la posibilidad de una verdadera santidad personal que es irrepetible.

Bajo este aspecto, la experiencia de Simeón el Nuevo Teólogo fue característica (12). El joven veinteañero, de hermoso aspecto, con modales elegantes, comienza a leer los libros santos. ¿De qué tipo? No las reglas monásticas, ni las instrucciones ascéticas, sino las biografías de los santos. Son las personas "vivas" las que le interesan, no las enseñanzas abstractas. Los otros lo desaniman diciendo que tales santos no existen ahora. ¿Y él?. "No puedo creerlo.. Entonces diré: ¡Señor ten piedad! ¿Acaso el diablo se ha hecho más fuerte que Dios nuestro maestro por el hecho de haber atraído a todo el mundo a su lado, de tal modo que no quede ninguno del lado de Dios?" (13).

Simeón empieza a buscar no un monasterio sino un hombre. Finalmente lo encuentra en la persona de Simeón Estudita. ¡Qué cosa no haría para estar a su lado!" Al fin entra en el monasterio de los Estuditas sin ignorar el orden rígido que allí dominaba. Pero el orden no lo convirtió, fue, al contrario, la causa por la cual fue echado fuera, novicio demasiado irregular en las prácticas comunes. Pero él ya tenía su formación espiritual. Su maestro le dio para leer a Marcos el Eremita: Sobre la ley espiritual (14). El joven queda impresionado por una sentencia (15); "si quieres curarte, permanece atento a tu conciencia, haz todo lo que ella te dice y encontrarás gran provecho".

Estamos entonces frente a dos actitudes diversas de la pedagogía espiritual que duda siempre entre las dos posiciones opuestas del dilema: partir de la ley de Dios para formar la conciencia o, al contrario, partir de la voz de la conciencia y aceptar las leyes eternas según los reclamos del corazón. Simeón, el Nuevo Teólogo elige decididamente el segundo camino.

¡Escuchar la propia conciencia, aceptarla como guía principal en la vida monástica! Este programa aparece tanto más fascinante cuanto el estudismo se hace más legalista a tal punto que la conciencia personal es dejada de lado.

El problema, en espiritualidad, es antiguo. En la interpretación de Orígenes la ley escrita es un don de Dios para purificar, curar nuestra conciencia personal, como el pozo de Jacob que los Filisteos han contaminado con arena (16). Las Escrituras, para Basilio, son una "farmacia" donde se encuentran los medicamentos para curar el corazón (17).

Así se hablaba en tiempos de los Padres. Pero José de Volokolamsk no cree en la curación de la conciencia. El pensamiento propio equivale al pecado, puesto que tenemos tal abundancia de bellas leyes -como arena del mar- escritas por el Espíritu Santo (18).

No nos asombramos, entonces, que el "retorno a los Padres" interpretado de este modo, debiese suscitar la reacción opuesta que podía, por otra parte, recordar también ella ciertas sentencias de los Padres, como aquella de S. Antonio: "¿Qué es primero, la mente o los libros?. Quien tiene una mente sana, no tiene necesidad de libros" (19).