domingo, 19 de abril de 2009

EL TRABAJO ESPIRITUAL SE HACE EN SOLEDAD MARIE-MADELEINE DAVY (III)


SI AMO, EN LA SOLEDAD SOY COMO UN SOL

En algunos momentos, la soledad parece comparable a una sombra, una niebla, algo denso. No se ve a unos pocos metros por delante y uno parece enloquecer. ¿Por qué? Porque el solitario deja, como dice Chestov, la consciencia común. La omnitud le abandona. Si por ejemplo estamos sentados en un café, y escuchamos las conversaciones ¿De qué hablan? De la ropa, del dinero, de fulanito o menganita ... Ustedes me dirán: "no se va a un café para hablar de cosas profundas". Quizás, pero ¿qué es lo que interesa a la mayoría de las personas?.

Después de haber entrado en el jardín del conocimiento de sí, el solitario entra en la bodega del vino. La bodega del vino significa el amor al otro. Un amor extraordinario, un amor que es difícil ya que no sabemos amar. El solitario va a comprender que lo importante no es ser amado sino amar. Y amar gratuitamente.

Se ven a veces personas depresivas y les solemos decir: "¿Pero por qué estás tan hundido?". Ellas responden: "nadie me quiere, mi pareja no me quiere, mis hijos no me quieren etc...". El secreto que enseña la soledad, la revelación de la soledad, es la escucha de la fuente, y la fuente me dice: "lo esencial no es ser amado, sino amar". Y si yo amo, en mi soledad, me convierto en un Sol.

De una mujer que se encontrara sola en un pueblecito; que no tuviera nadie a quien querer, ni siquiera un gato o un perro, sus hijos estuvieran lejos –o quizás no los tuviera-, su pareja hubiera muerto o la hubiera abandonado. Diríamos: "esta mujer mayor, esta solitaria que no es amada por nadie, ya no cuenta para nada; es algo inútil. Sin embargo, ella esta ahí, viva en su dimensión de profundidad, en su realidad; ella está presente a todos los seres humanos