miércoles, 5 de mayo de 2010

SÍMBOLOS, los signos de la tierra transfigurada Marie-Madeleine Davy


POSICION DE LOS SÍMBOLOS

A los distintos grados de la vía de la restauración del alma, yendo de lo carnal a lo espiritual, corresponden las diferentes interpretaciones de los símbolos que se sitúan en un plano carnal o espiritual, externo o interno, terrestre o celeste.

Citaremos aquí algunos ejemplos que nos permitirán captar los símbolos en el plano carnal y en el espiritual.

La natividad de Cristo: por ella el hombre carnal va a meditar sobre el Niño-Jesús, que nace en el pesebre e un establo en un lugar concreto y en un momento determinado. Esta consideración puede provocar una emoción pasajera, suscitar un sentimiento de afecto que puede desaparecer en cuanto el pensamiento abandona el objeto de su reflexión. En este sentido Guillermo de Saint Thierry hace alusión (Meditation, X, 4) a su imaginación aún débil, ligada a lo sensible, a su alma enferma que se fija en las sumisiones y humillación de la natividad, abrazando el pesebre y adorando la santa infancia de Cristo.

Pero el hombre espiritual meditará sobre el mismo símbolo a un nivel diferente. Partiendo de la realidad histórica del nacimiento de Cristo, comprenderá que esta natividad representa la unión de lo humano y lo divino que se prolonga en cada ser. Cualquier alma está destinada a convertirse en un pesebre en el que Cristo nace perpetuamente. Y este nacimiento constituye un estado de ser, un modo de pensar y de actuar, y en consecuencia una manera de existir. Por ello las relaciones consigo mismo y los demás se volverán diferentes, pues todo hombre se nos aparece como un Cristóforo, o al menos capacitado para serlo. Esta presencia de Cristo en el hombre crea un nuevo modo de relación, de conocimiento y de amor, respecto a sí mismo, a Dios, a los demás y al universo en su totalidad. «Ahí donde nace, se manifiesta», precisa San Bernardo en un sermón para la víspera de Navidad en el que considera el sentido material y espiritual de la Navidad.