viernes, 8 de mayo de 2009

LA SOLEDAD - COMUNIÓN CON EL MISTERIO INTERIOR - MARIE MADELEINE DAVY (IV)


Novedad del instante presente

La verdadera soledad da acceso a una dimensión desconocida. Ella supone un aprendizaje como el de la lectura para los niños o el del aprendizaje de una lengua extranjera para un adulto.

El hombre no se sumerge en la soledad como un bañista, sabiendo nadar, que se lanza con soltura a un lago. La iniciación a la soledad es un arte comparable al «arte de amar» y también al «arte de morir». Muerte a si mismo adelantándose al fallecimiento. La formación del solitario supone previamente no un saber sino un conocimiento. Este modifica su horizonte. La novedad consiste en el paso de lo conocido a lo desconocido. Solo puede hablar de la soledad aquel que posee la experiencia de ella. La novedad de la vida instaurada por la soledad aparece comparable a una muerte. En cierta manera, una forma de muerte está detrás. La soledad conlleva un abandono del pasado y también de todo porvenir.

Esta novedad de vida proviene del acceso al instante presente, favoreciendo la libertad y el equilibrio. El solitario no puede cojear, escoge un "paso a paso" que facilite el ahondamiento. El descubrimiento de lo desconocido que va a vivir le parece antes que nada una inusularidad. Este aislamiento se romperá en la medida en la que abandonándose a si mismo, el solitario se da cuenta que cuanto más se vacía de lo inútil, más se vuelve hermano de todas las criaturas: vegetales, animales, hombres. Y esto sin ninguna excepción. Toda tendencia racista constituiría una trampa, un engaño. No hay nada que rechazar ni que privilegiar.

Marco Aurelio ha insistido sobre «la fugacidad del instante presente». El aconseja: «No te dejas perturbar por la representación global de toda tu vida» (Pensamientos VIII, 36). Dirá también: «El presente se reduce al máximo si se intenta delimitarlo». Esta delimitación del presente permite captar su carácter infinitesimal. En lo inmediato, el porvenir se vuelve pasado.

Salir de si, dejarse, hacer el vacío. Ahora bien el vacío llama a la plenitud. Esta plenitud atañe al acceso a una nueva dimensión. Poco importa el nombre que se le de. Ninguno le conviene. La estación que designa el instante presente, coincide con una perpetua primavera ofreciendo sus flores y sus frutos. El cerezo no come sus cerezas ni el manzano se come sus manzanas; las dan sin por ello glorificarse. Que el solitario les imite, no experimentará ninguna consciencia de lo que le atraviesa gratuitamente y puede llegar al otro en secreto.

Los significados de las diversas soledades corresponden a la densidad de los silencios subrayando a la palabra. Soledades y silencios desencadenan ecos cuya amplitud es percibida siguiendo el afinamiento de la escucha. Por el hecho de su movilidad, los grados de concentración no cesan de variar. Recogimiento y disipación mental engendran oposiciones. La soledad exterior e interior favorecen la captación y la amplitud de la recepción.

En el Misterio, ciertos ermitaños de Oriente y Occidente no muestran su rostro. Ellos tienen acceso a una dimensión inusitada: la del ala, del vuelo visto en su sentido simbólico. Por eso ellos salen habitualmente de la condición humana. No se podría negar su realidad. (Muy antiguo, este tema del ala a sido maravillosamente tratado por Platon).

En cuanto a la soledad del corazón, se diferencia totalmente de la soledad física. Independiente, puede sin embargo acompañarla. La vastedad del espacio interior es inconmensurable. No estando limitado por ninguna frontera, es ilimitado.

A nivel simbólico, el corazón posee orejas y ojos. Según el Abba Antonio (Apotegmas), «aquel que practica la hesiquia en el desierto, está liberado de tres tipos de luchas: la del oído, la de la palabra y la de la vista. Solo le queda un solo combate: el del corazón»

Esta mutación se sitúa más allá del optimismo y del pesimismo concerniendo a los acontecimientos y los hombres. La verdadera sabiduría exige poder dominar con soltura estos opuestos. Si no, estamos sin cesar quebrados, descuartizados, agrietados en sentidos contrarios. A menos que se trate de una máscara camuflando una cierta mediocridad adaptada a las diversas circunstancias. Llegar a ello totalmente es bastante raro. Es ese el fruto final de una existencia evacuando las brechas de sombra que no cesan nunca de invadir en ciertos instantes.

No nos abandonemos a la imaginación. Actualmente la soledad no está de moda. Comparable a la lava de un volcán, lo social va de conquista en conquista.

Con toda evidencia, los hombres que han hecho la elección de la vida solitaria corren el riesgo de ser rápidamente rodeados de mujeres. Estas se emplean benévolamente en facilitar sus vidas. Para las mujeres, el problema es rigurosamente diferente.

Ante la muerte física, el problema de la soledad no se plantea. Aquellos que han tenido accidentes de avión saben que afrontar la muerte de una manera colectiva se distingue totalmente de la proximidad de la muerte individualmente. ¿Es posible quitarle a alguien la angustia de la agonía personal? El amigo de la soledad exterior e interior preferirá vivirla en el más estricto aislamiento. Otras personas aceptarán con gratitud la ayuda de un entorno especializado en el amistoso acompañamiento.



Concretamente, estas páginas se aplican a una visión particular que es imposible de generalizar. Las exposiciones sobre la soledad cambien según la diversidad de las experiencias. Cada uno vive de manera diferente la soledad. A este respecto, las experiencias no se suman sino que se iluminan mutuamente completándose en la amplitud de una orientación idéntica.

Semejante a un sol luminoso transformador gracias a la intensidad de su luz, la soledad permite la irrupción de la Eternidad en el Tiempo. A condición siempre de realizarla con lealtad, lucidez, discernimiento.

Una frase de Henri Le Saux se ofrece a modo de conclusión: «... En lo más profundo del interior, ya no hay más ni interior ni exterior, sino solo el océano incircunscrito del Misterio»

La soledad es una comunión con el misterio interior.