jueves, 24 de junio de 2010

SÍMBOLOS, los signos de la tierra transfigurada Marie-Madeleine Davy (VIII)


Cuanto más confesional es una época –como es el siglo XII– más ambigua es, ya que lo religioso puede derivar en un pseudo-espiritualismo que entonces es tan sólo un carnal disfrazado y temporalizado, aprovechado y, por tanto, mentiroso, o bien es subproducto del racionalismo; en ambos casos lo carnal es más auténtico, y preferible por ello.

Sólo los místicos, los poetas y los artistas salvan la realidad del símbolo, y es a través de ellos como conviene buscarlo. El filósofo, en la medida en que es amigo de la sabiduría, es capaz de comprender el contenido del símbolo. El intelectual tiene la ventaja del saber, y sin embargo ese saber puede no convertirse en conocimiento, y significar por consiguiente una forma de ignorancia privada de amor.

Para nuestros autores del siglo XII, el alma-esposa puede acceder a los secretos y a los misterios inefables, sólo ella penetra en la cámara nupcial, después de recorrer la vía ascendente iluminada por la presencia de los símbolos. Participando en la «luz viva» de que habla Santa Hildegarda, hela aquí, como la mujer del Apocalipsis (XII, I) revestida de sol.