domingo, 26 de abril de 2009

EL TRABAJO ESPIRITUAL SE HACE EN SOLEDAD MARIE-MADELEINE DAVY (VI)


EN LA SOLEDAD TENDRE LA CLAVE DE SABER QUE YA SOMOS SERES UNIVERSALES

Yo no oigo el silencio, no percibo mi fuente. ¿Por qué? Porque estoy en el parloteo exterior. Estoy en la danza de las palabras. Estoy en el canto de una expresión. Estoy en el parecer, nada más que en el parecer. Si mi oído interior nace, si en la soledad se despliega, voy a captar, voy a comprender, voy a tener una experiencia de la cercanía a los misterios, a todos los misterios. Yo recibo un don: la llave de la existencia, la llave del "nuevo nacimiento", la llave del hombre nuevo con relación al "hombre viejo". Nosotros ya somos seres eternos, seres solares, seres luminosos. Es evidente que en general no vemos nada de eso, o también como lo expresa El Cantar de los Cantares, se ve a través de la celosía. La soledad, los desiertos provocan un despertar de la escucha. A través del oído interior, es "alguien" en nosotros quien encuentra a "alguien". No son solamente las palabras las que nos atacan, en una conversación banal con alguien. La profundidad brota. Hay un encuentro entre ese grano de mostaza que está en el otro, y el grano de mostaza nuestro. Se descubre que el ser es mejor de lo que él dice, el ser es mejor de lo que él hace; es "desvelado" momentáneamente. Si mi soledad me procura una escucha atenta a la belleza, efectuaré de una manera directa, inconsciente, un cambio en las palabras, una modificación de las frases. Va a haber una especie de metamorfosis.

No es la banalidad lo que retendré sino el sonido de la fuente. El hombre que vive el desierto interiorizado en la soledad, percibe el murmullo de la fuente en el otro... y se maravilla ...

POSDATA IMPORTANTE

¿Por qué este crecimiento de ermitaños en la actualidad?

Hay que decir que se trata de una vocación, una llamada. El exceso de insistencia en el compromiso con el mundo y el desbordamiento de las palabras, habladas y escritas han llevado a muchos a redescubrir la fuerza de la oración y el gozo del silencio.

El ermitaño da su vida por cosas inútiles, según el mundo. La sencilla regla que él mismo se escribe, prevé, sobre todo, horas de oración, de lectura espiritual, de meditación. En el ermitaño hay un rechazo radical de la lógica mundana, para la cual sólo la acción, la política, el compromiso social, las inversiones económicas, pueden cambiar el mundo para mejor.
David Amado

El eremita urbano, ha respondido a una llamada que le ha hecho comprender que sólo quien entrega su vida por los demás, la salva, y que el modo más eficaz de amar y de ayudar es el de encerrarse bajo el anonimato, el silencio, la impotencia, creyendo hasta el fondo en los misteriosos vínculos de la “comunión de los santos”. En la habitación de uno de ellos se encontró una inscripción, según cuenta el escritor Vittorio Messori, con el siguiente texto: “El que se va al desierto, no es un desertor”.

Publicado por Hieromonje Macario

sábado, 25 de abril de 2009

EL TRABAJO ESPIRITUAL SE HACE EN SOLEDAD MARIE-MADELEINE DAVY (V)


NUNCA TENEMOS QUE ABANDONAR LAS FORMAS, SINO ACEPTAR QUE ELLAS NOS ABANDONEN

Una vez más, en la soledad, no hay nada que adquirir, solamente despojarse. Eckhart, en un poema que se le atribuye –aunque quizás no sea de él- dice: "¡Oh alma mía, sal! ¡Dios mío, entra!".

El último escollo de la soledad y del desierto interiorizado, puede parecer cruel. Estamos atados a las formas: podemos estar estrechamente ligados a nuestra raza, nuestra patria, nuestra familia, a una tradición, una religión precisa. En la soledad, es posible que seamos abandonados por las formas. Nunca tenemos que abandonar las formas, sino que tenemos que aceptar que ellas nos abandonen.

Si yo abandono una forma religiosa por ejemplo a causa de la perversidad de mi existencia, es un error. Si abandono una forma religiosa porque me desencanta parcialmente –por su liturgia por ejemplo- es un error. En la soledad hay una armonía. En la soledad comprendemos que las formas pertenecen al tiempo, que esas formas están en nosotros, y que es importante integrarlas. En la soledad o en el desierto interiorizado, el hombre va a morir, va a morir necesariamente. Morir a lo transitorio, morir al tiempo, morir al espacio. Se va a volver un hombre universal, rigurosamente universal.

jueves, 23 de abril de 2009

EL TRABAJO ESPIRITUAL SE HACE EN SOLEDAD MARIE-MADELEINE DAVY (IV)


EL SOLITARIO ES COMPARABLE A UN TERRENO, IRRIGADO POR UN RIO DE FUEGO QUE NO VIENE DE ÉL

No sé si ustedes se habrán tropezado alguna vez con solitarios. Eso me ha ocurrido a mí dos o tres veces. Hay en su mirada una llama. El solitario es comparable a un terreno, irrigado por un río de fuego que no viene de él. Si se le dice: ¿pero cómo puedes vivir tu soledad, como mantienes tu libertad a pesar del hecho de ser o de no ser amado? Él respondería: "en la dimensión divina, he llegado a ser por la gracia, semejante a una tierra irrigada y luminosa".

¿Cuál es el símbolo del desierto, y por qué el desierto interiorizado nos sumerge en la soledad? El desierto es una tierra estéril, una tierra inhabitada. El desierto designa una tierra en la que se tiene sed. Hay muy pocos pozos. Entonces tenemos sed, pero ¿es que el dinero nos colma? ¿la comodidad y el desahogo humanos nos colman? ¿es que nuestra profesión, incluso si tenemos éxito en ella, nos colma?. No, tenemos sed. ¿Pero sed de que? El solitario va a comprender que tiene sed de eternidad. Tiene sed de algo que no desaparezca, de algo que no pueda morir.

Por que en el fondo, sufrimos por la muerte. La muerte de los que amamos, nuestra propia muerte, pueden despertar nuestro temor. ¿Cómo morimos? El solitario desgarra el velo. El solitario súbitamente comprende algo. Las palabras se mueven, las palabras revelan su sentido secreto.

El desierto interior es alcanzado cuando el hombre comprende que todo debe de interiorizarse. El oído se interioriza, la mirada se interioriza. Y la soledad aviva, despliega el sentido de lo interior. El oído, en el desierto interiorizado, va a captar el murmullo de las fuentes.

Nos encontramos con alguien; nos habla de cosas banales; de repente pronuncia una frase y nos quedamos atónitos. Algo ocurre, su rostro cambia. Me acuerdo de haberme encontrado con una mujer que vivía solitaria. Era extremadamente banal, pero de repente, tuve la impresión de que la experiencia de su dimensión profunda, la experiencia de su fondo, resplandecía en su rostro. Era una mujer que quizás tendría sesenta años y, de repente parecían veinte. Ella no tenía edad, se situaba fuera del tiempo, fuera del espacio.

Todos hemos visto miradas de luz, fugitivas pero luminosas. De vez en cuando, en el rostro, algo aparece, algo se muestra. Si nos asemejamos a una tierra vacía, a un desierto, si aceptamos una verdadera indigencia, entonces la luz llega.

domingo, 19 de abril de 2009

EL TRABAJO ESPIRITUAL SE HACE EN SOLEDAD MARIE-MADELEINE DAVY (III)


SI AMO, EN LA SOLEDAD SOY COMO UN SOL

En algunos momentos, la soledad parece comparable a una sombra, una niebla, algo denso. No se ve a unos pocos metros por delante y uno parece enloquecer. ¿Por qué? Porque el solitario deja, como dice Chestov, la consciencia común. La omnitud le abandona. Si por ejemplo estamos sentados en un café, y escuchamos las conversaciones ¿De qué hablan? De la ropa, del dinero, de fulanito o menganita ... Ustedes me dirán: "no se va a un café para hablar de cosas profundas". Quizás, pero ¿qué es lo que interesa a la mayoría de las personas?.

Después de haber entrado en el jardín del conocimiento de sí, el solitario entra en la bodega del vino. La bodega del vino significa el amor al otro. Un amor extraordinario, un amor que es difícil ya que no sabemos amar. El solitario va a comprender que lo importante no es ser amado sino amar. Y amar gratuitamente.

Se ven a veces personas depresivas y les solemos decir: "¿Pero por qué estás tan hundido?". Ellas responden: "nadie me quiere, mi pareja no me quiere, mis hijos no me quieren etc...". El secreto que enseña la soledad, la revelación de la soledad, es la escucha de la fuente, y la fuente me dice: "lo esencial no es ser amado, sino amar". Y si yo amo, en mi soledad, me convierto en un Sol.

De una mujer que se encontrara sola en un pueblecito; que no tuviera nadie a quien querer, ni siquiera un gato o un perro, sus hijos estuvieran lejos –o quizás no los tuviera-, su pareja hubiera muerto o la hubiera abandonado. Diríamos: "esta mujer mayor, esta solitaria que no es amada por nadie, ya no cuenta para nada; es algo inútil. Sin embargo, ella esta ahí, viva en su dimensión de profundidad, en su realidad; ella está presente a todos los seres humanos

miércoles, 15 de abril de 2009

EL TRABAJO ESPIRITUAL SE HACE EN SOLEDAD - MARIE-MADELEINE DAVY (II)


El solitario no tiene nada que acumular; él se libera de estorbos

En la soledad, la dificultad consiste en comprender que lo esencial no es actuar, sino ser. Si nos encontramos a alguien y le preguntamos ¿Qué haces? él responderá precisando lo que hace; tal oficio, tal profesión.... ahora bien, la soledad enseña esto: lo importante es ser, es decir existir llegando a ser auténtico.

El punto es el símbolo de todo esto. El punto es el cruce. El solitario no tiene nada que adquirir, solo tiene que despojarse.



EN LA SOLEDAD ESTAMOS RELIGADOS

En la soledad se va a escuchar, a percibir el susurro del silencio. El silencio tiene una voz. El silencio habla. El silencio enseña. Nos dice algo. Acuérdense de San Bernardo de Claraval. Él está en su celda, las ventanas y las puertas están cerradas. De repente, siente la llegada de una presencia. Él quisiera ver, y no ve nada. Quisiera oír; todo está mudo. Le gustaría palpar con las manos, pero nada puede tocar. Bernardo experimenta en sí mismo algo inusitado. El grano de mostaza del que habla la Biblia, el grano de arroz, la presencia, misteriosa e innombrable, se mueve, como si hubiera una brisa. En el Génesis, el Eterno está en la brisa. Después súbitamente, la presencia desaparece de allí. En la soledad, en los momentos en los que uno se acerca al fondo, estamos religados. ¿Religados a qué? ¿a quién?. Religados al Eterno, religados a algo innombrable. No se puede decir nada, absolutamente nada.

En la soledad mis raíces ya no están pegadas en aquello que es transitorio. Las raíces que se sumergen para hacer subir la savia, no pertenecen ya más al mundo visible. Es el mundo invisible el que nutre; el mundo invisible que no cesa de aligerarnos del peso de las pruebas que nos pone la existencia.

domingo, 12 de abril de 2009

EL TRABAJO ESPIRITUAL SE HACE EN SOLEDAD MARIE-MADELEINE DAVY


Antes que nada yo plantearía la siguiente pregunta: ¿la soledad es elegida, o uno es elegido por ella?. Es evidente que durante la existencia, los acontecimientos pueden hacer de nosotros unos solitarios. En la medida en la que se trata de una soledad profunda, de la búsqueda del fondo, de lo esencial, creo que se es elegido por la soledad.



DECIR SÍ A UNA PRESENCIA

Según San Bernardo: "El hombre es elegido". ¿Elegido por quién? ¿por qué? Yo diría por lo Eterno o también, por su vocación propia, su destino. San Bernardo dirá: "El ser es tomado". El toma aquí un texto bíblico según el cual el hombre es "visto" desde el seno de su madre, amado en el seno de su madre. Es elegido a la vez que tiene la libertad de decir "no". Se puede evocar un texto de Bernardo, concerniente a la Madre Divina. El ángel Gabriel se presenta y le anuncia que va a ser madre. Ella duda. Ella no conoce a nadie. Y la naturaleza entera, las hojas de los arboles, la hierba, las piedras claman: "Di sí, di sí, di sí". Cuando un ser seducido por lo Eterno, es llamado hacia su fondo, todo se tambalea. Este fondo, no puede ser nombrado, no puede ser conocido, no se le ha oído hablar nunca: ni siquiera se tiene una experiencia de ello. ¿Cómo decir sí?. Y si se dice "si", es un "si" que va a ser repetido, no todos los días, sino a cada instante. Porque el misterio de la soledad, tremendo divino y al mismo tiempo difícil de vivir, consiste en orientarse hacia la plenitud de un "sí". ¿Sí a qué? A una Presencia. Podría también decir un "si" a algo que ignoro. A algo que nace en mi, crece en mi, se despliega en mi... y que yo no puedo nombrar.



En la soledad el hombre comprende que es un microcosmos, y que lleva al macrocosmos en si mismo

El riesgo de la soledad absoluta: el eventual encuentro con la locura. Quizás se tiene miedo de la soledad porque se tiene miedo de volverse loco. ¿Por qué loco? Porque las cosas se disipan. De repente la mirada ve, el oído escucha. Un cartujo del siglo XII lo expresa, y yo comento su texto: "cuando me retiro, cuando estoy en soledad, cierro los ojos, no hay nadie alrededor mío, ningún ruido, ningún sonido. Escucho el murmullo del silencio. Y ese silencio es atravesado por gritos, por vociferaciones; son los animales que tengo en mí." En la soledad me veo. En la soledad me encuentro, me conozco.

La soledad es un espejo. Y ¿quién soporta el tener un espejo ante el rostro? Se dice a menudo y se repite que el conocimiento de sí es el más difícil de los conocimientos; la ciencia de las ciencias, el conocimiento de los conocimientos. Si uno está muy sobrecargado, si uno ve muchos rostros, si uno se mantiene en una conversación perpetua, un parloteo exterior o interior, uno no se ve. Se ve a los demás, los rostros las mímicas, pero uno no se ve. La soledad es un espejo. Un espejo excelente, un espejo que retiene todo.

Entonces uno se ve, y se siente horror. ¡Horror de sí! ¿Por qué? Porque uno ve su pobreza, su miseria, cuando lo que habría que ver sería la belleza propia. Convendría ver la grandeza. ¿Por qué una grandeza? ¿Por qué el esplendor? Porque el ser es portador de luz.

El hombre, hasta el ser humano más lastimoso, lleva en sí la imagen divina, la chispa divina. Es un recipiente de luz, de belleza. En la soledad, el hombre su coge su acuerdo con el cosmos. Comprende que él es un microcosmos, que él lleva al macrocosmos en sí. Él es Tierra, él es Aire, Agua, Fuego. Contiene las plantas, el árbol, la flor, los animales, el pájaro y la serpiente. Es un ser humano. Él puede llegar a ser un ser humano completo.

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viernes, 10 de abril de 2009

Platicas del Prior del Convento Dominicano de Erfurt, Fray Eckart.18-De qué manera el hombre puede aceptar, si le corresponde,un plato delicioso, etc,


No has de inquietarte por la comida y vestimenta de modo que te parezcan demasiado buenas. A tu fondo más íntimo y a tu ánimo créales más bien el hábito de estar muy por encima de eso. A excepción de Dios nada debe mover a [tu ánimo] para que sienta placer o amor, ¡ha de estar por encima de todas las demás cosas!

¿Por qué?

Pues, sería una intimidad flaca aquella que debería ser justificada por el vestido exterior; lo interior ha de determinar precisamente lo exterior en cuanto ello depende sólo de ti. Pero, si te cae en suerte un [vestido exterior] diferente, puedes aceptarlo como bueno en tu fondo más íntimo de tal manera, que te lo pongas con la disposición que tendrías si fuera distinto y tú, en ese caso, lo aceptarías gustosa y obedientemente. Lo mismo rige para la comida y los amigos y parientes y para todo cuanto Dios te dé o te quite.

Y por ende considero que la mejor de todas las cosas es ésta: que el hombre se confíe completamente a Dios, de modo que él, si Dios quiere imponerle una carga, ya sean ignominias, penas o un sufrimiento cualquiera, la acepte con alegría y gratitud, y que el hombre, antes que colocarse él mismo en tal situación, se deje guiar por Dios. Por lo tanto ¡aprendedlo todo gustosamente de Dios y seguidlo, así seréis buenos! Procediendo de este modo también es lícito aceptar honores o comodidades. Mas si a tal hombre le sobrevienen incomodidades y deshonra, que las aguante también y esté dispuesto a hacerlo con gusto. Y por ello pueden comer con pleno derecho quienes estarían igualmente dispuestos a ayunar.

Y en esto residirá también la razón de por qué Dios libra a sus amigos de sufrimientos grandes y numerosos; de otro modo no lo podría permitir su inconmensurable lealtad, ya que en el sufrimiento se esconde una bendición abundante y grande, y Él no quiere ni puede permitir que los suyos echen de menos ningún bien. Mas Él se contenta con una voluntad buena y justa; de lo contrario no les ahorraría ningún sufrimiento a causa de la inefable bendición inherente al sufrimiento.

Como Dios se contenta con esa situación, conténtate tú también; pero si le gusta otra cosa para ti, ponte contento lo mismo. Porque, en su fuero íntimo, el hombre debe pertenecer a Dios tan completamente [y] con toda su voluntad, que no le preocupen mucho ni los modos ni las obras. Sobre todo debes rehuir cualquier peculiaridad, ya sea en la vestimenta, ya sea en la comida, ya sea en las palabras —como por ejemplo, usar palabras grandilocuentes— o también tener gestos raros, lo cual no sirve para nada. En cambio, debes saber también que no te está prohibido tener ninguna peculiaridad. Hay muchas peculiaridades que uno está obligado a observar en algún momento y con muchas personas; pues, quien es [un hombre] peculiar, tiene que hacer también muchas cosas peculiares en determinados momentos y de muchos modos.

Interiormente, el hombre debe haber formado su imagen dentro de Nuestro Señor Jesucristo con miras a todas las cosas, de un modo tal que se encuentre en él un reflejo de todas las obras y de la apariencia divinas; y el hombre, en cuanto sea capaz de hacerlo, debe, con perfecta adaptación, llevar en su fuero íntimo todas las obras de [Cristo]. Tú debes obrar y Él debe adquirir [forma]. Haz tu obra con recogimiento íntegro y toda la disposición de tu ánimo; acostúmbralo a éste en todo momento a proceder así y [acostúmbrate] a formar tu imagen dentro de Él en todas tus obras.

lunes, 6 de abril de 2009

RITMOS Y ANTINOMIAS ESPIRITUALES -6- LA VIDA LITÚRGICA O EL MÉTODO FÍSICO DE LOS ESICASTAS- Cardenal Tomás Spidlik S.J.


Ciertamente, los solitarios tienen la desventaja de estar privados de ese medio de comunión espiritual que es la liturgia, la cual, más tarde, llegó a ser fuente de tanta inspiración. Digo "más tarde" porque al inicio los monjes fueron más bien escépticos respecto a las bellas celebraciones. "No se viene al monasterio -escribe San Teodoro Estudita- para escribir o cantar bellas canciones" (75). Pero enseguida las celebraciones litúrgicas alcanzaron su perfección precisamente en los monasterios. La belleza de los ritos, el "cielo en la tierra", eleva el alma (76). Los antiguos monjes temían que los medios de devoción fuesen demasiado corporales. La vida monástica es angélica. Sin embargo, en el fondo, consentían que estos "ángeles viviesen en el cuerpo". No se debe despreciar sino utilizar como instrumento por medio del cual expresar las relaciones del alma con Dios.

El eremita está privado de todo esto. Y, bajo este aspecto, ¿no será, quizás, su modo de vivir un retroceso? ¿un retorno al falso angelismo gnóstico?. Desde este punto de vista no tenemos duda. La vida eremítica no favorece las funciones litúrgicas. Pero un cierto "lenguaje del cuerpo" debía encontrarse también en los solitarios. Practicaban muchas metanie, inclinaciones y postraciones, señales de la cruz.

Pero esto no es su mérito. Estas prácticas eran aprendidas en el monasterio. Ellos, tan sólo, han hecho un descubrimiento. En la vida común se distinguen ciertos gestos litúrgicos de los gestos profanos. Los gestos sagrados son tales porque significan la elevación de la mente a Dios como, por ejemplo, las manos alzadas o los ojos vueltos hacia el cielo. Pero estos gestos litúrgicos están limitados por el ritmo de la vida. Los solitarios tenían la libertad de hacer muchas metanie, pero también esto debía tener una medida. Entonces descubrieron otra cosa: ¿porqué no dar un significado sagrado a esos "gestos" que son inseparables del ritmo de la vida, como por ejemplo la respiración y el latido del corazón?

No queremos tratar aquí las cuestiones que se refieren el así llamado "método físico" de los esicastas (77). Me parece justo en esta ocasión subrayar este aspecto que normalmente viene olvidado: el lenguaje del cuerpo en la oración solitaria, una especie de liturgia secreta.

Para finalizar debemos intentar alguna conclusión que, ciertamente, no es fácil. Hasta ahora no hemos hecho otra cosa que una larga comparación, un díptico de razones en favor de un estilo de vida o del otro. Paradojalmente, de ambas partes se puede tener razón. Y esta situación, como es de esperar, causó continuas excitaciones, un "oscilar" entre una y otra parte.

Hubo algunos espíritus fuertes que eligieron decididamente una dirección combatiendo la otra. Pero estos fueron normalmente reformadores que buscaban remediar las desviaciones de la parte opuesta. Los sabios monjes "oscilaban" de una parte a otra. Muchos santos comenzaron como esicastas y terminaron fundando un monasterio cenobítico, y también a la inversa.

Estamos tentados de decir que una cuestión tan importante no ha encontrado aún una solución satisfactoria, y es propiamente esta incertidumbre que, con el tiempo, debía debilitar el monaquismo. Pero antes de pronunciar el juicio definitivo, veamos si no se ha encontrado quizás una solución.

En este momento me permito hacer un salto histórico, tomando en consideración el monaquismo ruso. Como he dicho, al inicio del siglo XVI, las dos tendencias llegan a un conflicto. Dos grandes reformadores monásticos: José de Volokolamsk y Nilo Sarski se opusieron. Cada uno reclama para sí las razones que hemos visto. Lo que podemos pedir a la historia es esto: ¿cuál fue el resultado de estas reformas? La respuesta, desde los hechos históricos, es clara: Ambos tuvieron un notable éxito, pero sólo por una generación posterior a la muerte de los reformadores. Luego vino nuevamente la decadencia. La reforma más permanente del monaquismo ruso vino más tarde con el despertar de la dirección espiritual, con la aparición de los staretz, padres espirituales por excelencia (78). Ellos resolvieron la cuestión no en el plano institucional, sino personalmente. Sólo la clarividencia de un padre "diacrítico" puede decidir el momento justo en el cual un hombre tiene necesidad de la comunidad y del apoyo necesario del orden, y cuando, al contrario, son momentos que aconsejan dejarlo solo.

El plano institucional tiene siempre, desgraciadamente, graves dificultades para poder realizar esta elasticidad de posturas: o se hace profesión de vida común o se es un eremita. El derecho las considera dos vocaciones diversas. Sin embargo la solución bizantina de monasterios cenobitas con la posibilidad de esicastas en dependencia del mismo monasterio es quizás un experimento más que interesante en el que podrían pensar también los canonistas, suponiendo, sin embargo, siempre la dirección espiritual.

Así podremos decir que no sólo un buen teólogo, sino también un buen canonista, unas veces dice algo y otras lo contrario, pero no se contradice, como no se

viernes, 3 de abril de 2009

RITMOS Y ANTINOMIAS ESPIRITUALES - 5- ACCIÓN SOCIAL O LA CARIDAD PURAMENTE ESPIRITUAL - Cardenal Tomás Spidlik S.J.


Esta antinomia se refiere al modo de cómo practicar la caridad. La caridad supone el compartir. Pero ¿a qué nivel estamos obligados a realizarlo? ¿A nivel puramente espiritual, en el Espíritu, o se exige una comunión concreta, social, visible? Se sabe que el famoso capítulo 7º de las Reglas mayores de S. Basilio contiene un ataque despiadado contra los eremitas respecto a este tema. La vida solitaria no ofrece ocasión para ejercitar la caridad y no puede, por lo tanto, ser considerada como camino válido para el progreso espiritual. Pero ¿Quién entre los eremitas ha pretendido alguna vez negarlo?

Oratio de divina et sancta caritate (66) es el título del último capítulo de la Historia religiosa de Teodoreto de Ciro, quien asegura que todo lo que los ascetas hacen en su soledad no tendría sentido si no fuese motivado por la caridad.

Pero a pesar de esta solemne afirmación, queda alguna duda: el amor de Dios es inseparable del amor al prójimo y este último presupone el compartir. Sabemos cómo justamente el problema de la participación o comunicación entre las personas es de actualidad en la filosofía moderna (67). Pero siempre fue actual. Los monjes estaban de acuerdo con los filósofos modernos al constatar que sería injusto medir el contacto con los otros sólo según las palabras. La verdadera comunicación se establece por medio de todas las esferas conscientes e inconscientes de la personalidad. Los monjes cristianos reconocían como más importante la esfera del Espíritu, el tercer componente del yo divinizado. La comunión, en este caso, se puede efectuar también sin contactos materiales y su medio principal es la oración.

Para poder comprender mejor esta posición recordemos la famosa tricotomía antropológica de los Padres Griegos. El cristiano, hombre espiritual, es definido por San Ireneo (68) como compuesto de tres partes: la carne, el alma y el Espíritu Santo. Siendo social se comunica con los otros. Están aquellos que realizan esta comunicación prevalentemente al nivel de la carne. Pero tal unión vale poco; antes que esa debe preferirse... la unión de los pensamientos. Pero para los cristianos tampoco es esta unión la que se busca. Debemos comunicarnos al nivel del Espíritu. En esta unión consiste el misterio de la Iglesia, y aún más la unidad entre los miembros de una comunidad monástica.

La pregunta concreta se propone en estos términos: la comunión a nivel de la carne y al nivel del alma, o sea todo el conjunto de la vida social, ¿ayuda o disturba a la verdadera unión en el Espíritu?

Bajo este aspecto la actitud de San Arsenio, prototipo de los esicastas, es muy característica. Queriendo salvarse pidió su politeia, es decir su palabra programática, al mismo Dios. Y escuchó el famoso dicho que con sólo tres palabras expresa los grandes medios y el fin de la vida esicasta: "Huye, calla, estate tranquilo (hesychadze)" (69).

El toma el consejo con tanto vigor que mereció un llamado de atención de parte de los monjes con quienes se rehusaba del todo a conversar: "Arsenio, ¿no nos amas?". Ante tal reclamo necesitaba justificarse. Entonces el anciano puso a Dios por testigo al declarar que amaba a todos. Pero al mismo tiempo suspiró: No puedo abandonar a Dios y estar con los hombres". Es esta una frase extraña cuando pensamos en la unidad esencial entre el amor de Dios y del prójimo. Por eso Arsenio justifica sus palabras: "Dios sabe que yo os amo, pero no puedo estar a la vez con Dios y con los hombres. Arriba, en lo alto, miles y miríadas (de ángeles) tienen un solo querer, en cambio los hombres tenemos quereres múltiples. Y por eso no puedo dejar a Dios y estar con los hombres" (70). En su modo de afrontar el problema Arsenio tenía ciertamente razón. Toda multiplicidad, y en particular la multiplicidad de los quereres humanos, es contrario al ideal de la vida monástica que debe ser monotropos, toda unificada en sí misma y con Dios.

No podemos imaginar que Basilio ignorase o minimizase el problema. Sería también injusto creer que Teodoro Estudita, tras sus huellas, quisiera fundar la convivencia monacal sobre la base solamente de la armonía del orden externo. En efecto, Basilio proclama que sus hermanos lograrán superar la multiplicidad nociva con una sola condición: que todos los hermanos sean homopsychoi (71), que tengan, según el ejemplo de la Iglesia naciente en Jerusalem "un solo corazón y una sola alma" (Hechos 4, 32).

Tanto Basilio como Teodoro creían firmemente en la posibilidad de realizar una perfecta homopsychia en los monasterios. La misma fe inspiró, más tarde, a Rublev a proponer ante los ojos de los monjes rusos la imagen de la Santísima Trinidad como ejemplo de vida común. Pero bajo este aspecto hay ciertamente muchos que son más pesimistas o más realistas: "Qué hermoso y qué bueno habitar los hermanos en unión" (Ecce quam bonum et quam jucumdum habitare fratres in unum (Sal. 123, 1). ¡Este Salmo es más fácil cantarlo en el coro que vivirlo en la comunidad!. ¿Debemos maravillarnos entonces, que sean muchos los que repiten la experiencia de Arsenio? "No puedo abandonar a Dios y estar con los hombres". El famoso Tace, fuge, quiesce ha sido retomado por todos los esicastas como el principio fundamental de su vida. Pero también ellos debían sentir frecuentemente la objeción contra Arsenio. "¿No nos amas?" Inútil es pretender llegar a la contemplación sin la caridad que es la "puerta de la gnosis" como afirma también "el teólogo del desierto" Evagrio Póntico (72). El amor de Dios es inseparable del amor fraterno, la caridad fraterna supone la comunión. Pero aquí se trata de una cuestión de fondo. La comunicación del alma supera ampliamente la de los cuerpos. Lo sabían los filósofos griegos clásicos que escribieron sobre la amistad (73). Pero los cristianos, como lo hemos indicado, se atreven a continuar el razonamiento, colocándolo sobre un plano más elevado: la comunión del Espíritu Santo es preferible a la que se da en las potencias intelectuales o volitivas. Podríamos decirlo creando un nuevo término griego: no importa tanto su homopsychoi, más bien es necesario ser homopneumatikoi, comulgar y unirse en el Espíritu. Fueron justamente los esicastas quienes daban siempre claros testimonios de esta unión, con los dones de la comunión espiritual, de cardiognosis, visión lejana, pero en especial con el don de la comunión por excelencia: la dirección, la paternidad espiritual (74).