miércoles, 30 de septiembre de 2009

LA MIRADA CONTEMPLATIVA - MARIE MADELEINE DAVY ( IX)


LOS PELIGROS

Sin embargo, la posición del meditante no esta nunca, de una manera definitiva, al abrigo de los peligros más diversos. Pero «es en vano pescar con redes a los que tienen alas» (Pr. 11,7). Conservando su fragilidad, ligada a la condición humana, el meditante corre el riesgo de caer en trampas cada vez más sutiles. Por ejemplo: tomarse en serio, afirmarse de una manera tajante, hundirse en la vanidad, devenir un dador de consejos, un maestro que se cree experto en el arte espiritual. La trampa más grave se encuentra al nivel de la mentira: esta se sitúa exactamente en la distancia entre el deseo y el acto, la desviación entre la palabra, la escritura y la vida personal. En el ámbito espiritual, hablar de lo que no se tiene experiencia sería rigurosamente erróneo. El maestro, enseñando aquello que él no practica en absoluto, no es más que un «comerciante en su tienda», como lo diría Alain. En el ámbito de la interioridad, de la búsqueda de la autenticidad, de la liberación, el objetivo nunca se alcanza; uno se dirige hacia él...

El discípulo puede encontrase también con otro escollo: el de querer continuar dependiendo toda su vida de una autoridad. Le gusta dejarse dirigir. Incapaz de pensar por si mismo, de tomar decisiones, de referirse a su maestro interior, desea hacerse mimar maternalmente. Ciertamente, él puede recibir una formación. Un «profesor» le enseñará como meditar a la oriental o a la occidental. Eso es un simple desciframiento.