jueves, 14 de mayo de 2009

LA VIA DEL DESIERTO Marie-Madeleine Davy ( II )



EL DESIERTO

"Yo voy a seducirla, a conducirla al desierto, y hablar a su corazón" (Oseas 2,16). La nostalgia de lo divino es enseguida colmada. Tras la seducción, sucediendo a una sorpresa, una escucha se instaura. La oración designa al oído en estado de vigilia, pero el principiante lo ignora. Corre el riesgo de multiplicar las peticiones, de reclamar ayuda. No sabe que él está siendo visto por Dios.

Todo el problema de la oración se sitúa en este nivel preciso. Solo la transparencia permite ser visto. Y el hombre crea obstáculos por el grosor de su cuestionamiento y de sus parloteos. Mezcla la paja y el grano, la letra y el espíritu. Que se retire... y Dios podrá actuar en él. El itinerario de la oración no es nada más que un vacío de si mismo. Lo creado se aleja para dejar el lugar a lo divino.