sábado, 24 de octubre de 2009

EL MISTERIO DE CIERTOS ESPACIOS - MARIE MADELEINE DAVY ( II )


GEOGRAFÍA SAGRADA

En una época en la que la desacralización no solamente se extiende sino que se generaliza, puede parecer infantil hacer alusión a los espacios que la consciencia común no podría de ninguna manera distinguir. La Antigüedad poseía el culto de los lugares sagrados, saboreaba multitud de ellos y su herencia no podría ser discutida. Esta forma una trama sobre la cual los ornamentos se dibujan. Incluso el hombre contemporáneo conserva en sus genes vestigios de la Antigüedad. Y estos reclaman -a veces a su pesar- su alimento.

Conviene no olvidar nunca que el politeísmo ha favorecido a las montañas, las islas, las rocas, los ríos, las grutas. Los claros sagrados de los bosques de los Galos, de los Germanos y de los Lituanos eran lugares secretos. Los judíos tenían el gusto de las montañas, de los lugares elevados. El Eterno aparece a Moisés en el Sinaí. (1)

Puede ser, se podría decir, que los lugares sacralizados formulaban antiguamente una enseñanza oral. Toda comunicación verbal supone una boca y unos labios y ellos no los tenían. Sin embargo, las fuerzas telúricas son operantes en el silencio, ellas modifican las estructuras y los comportamientos. Un lugar sagrado se expresa. La piedra se vuelve parlante, como el bosque y sus claros. El agua murmura su mensaje. Los lugares sacralizados se emparentan con «el lenguaje de los pájaros». Todo puede volverse templo, Sancta Santorum revelando los secretos que hacen franquear el umbral de la cámara nupcial.

(1) Sobre este tema ver Pierre Deffontaines, Geographie et Religions, Paris, Gallimard, 1948