(Continúa el texto de Dom Porion)
"Otra virtud que nos deslumbra en
María, y en la que sin duda ante todo hay que poner el acento, es la
pureza. La Virgen santísima es como la encarnación de la pureza, y ésta,
por otra parte, está tan íntimamente ligada con el don de sabiduría,
que puede llamársela la virtud esencial del contemplativo. No se trata
solamente de la abstención de los pecados de la carne, sino de la
delicadeza de un espíritu que se reserva para goces más elevados. Ser
puro es saber establecer y mantener la soledad del alma con su Dios,
rehacer interiormente el Edén.
"Sabemos que el Paraíso terrenal es
figura de la santísima Virgen, reserva inaccesible al siglo, lugar de
las delicias, sin mancha y sin conflicto donde será colocado el nuevo
Adán. Esta figura representa también al alma contemplativa: jardín
cerrado en el que reina la felicidad de recibir la vida divina en un
recogimiento comparable sin duda al que reinaba en la naturaleza
inmaculada en la aurora del mundo. Es necesario que no haya nada ni
nadie entre Dios y el alma, sino que exista esa libertad virginal del
primer instante: entonces se repite y reitera sin cesar una nueva
creación: la generación en nosotros del Hombre-Dios.
"¿Qué
conclusiones podemos sacar en la práctica de estas breves reflexiones
acerca de las semejanzas que han de unir nuestras almas con la de
nuestra Madre? Tomaremos la resolución de rechazar las preocupaciones
extrañas. Beberemos, mediante el recogimiento, en las fuentes más
profundas de nuestro ser. Nos guardaremos, como María, para la alegría
más hermosa. Preservaremos esta alegría única en medio de los
sufrimientos, separaciones y temores, con el fin de que llegue a su
plenitud y se derrame consoladora, y se una finalmente con la alegría de
Dios, que aparecerá como la realidad única cuando haya pasado la figura
de este mundo."
Nos alegramos también nosotros por estas palabras, que adoptamos plenamente...