domingo, 12 de julio de 2009
HACIA UN EREMITISMO INTERIORIZADO - MARIE MADELEINE DAVY ( VII )
UN EREMITISMO INTERIORIZADO
¿Es posible un eremitismo tal, enfocado en su esencialidad? El conocimiento de uno mismo y de los demás permite dudar de ello, al menos actualmente. Ya no subsisten más que los cartujos para mantener un verdadero eremitismo. Eremitismo además mitigado puesto que los cartujos viven en comunidad. Esta protege a los silenciosos contra sus sueños, sus fantasmas, sus ilusiones. Uno de los riesgos del eremita consiste en tomarse en serio y en darse importancia. El orgullo acecha a los solitarios como el gato a los ratones. Los maestros espirituales cartujos permanecen presentes para desvelar la inflación intempestiva, siempre posible, del «yo» de algunos religiosos. En ciertos casos, el intelectualismo se vuelve un refugio. La mente se nutre y el corazón dormita. Sin embargo, la cultura puede llegar a ser una ayuda preciosa en los instantes de escasez. El recurso a los modelos no es intempestivo.
No se podría dudar del valor del eremitismo en el pasado como en el presente. Eremitismo surgido de los monasterios o desplegándose fuera de ellos. El eremitismo no pierde nada hoy en día de su verdadero significado y de su valor: ha sido, es, y será. No obstante, se puede pensar que los aciertos perfectos son de una extrema rareza. Antiguamente, el eremitismo era sin duda más realizable, cuando el hombre estaba más integrado en la naturaleza, cuando las religiones mantenían una mente más libre. La aglomeración paraliza, multiplicando por diez la aparición de las preguntas y de los problemas. El ser humano se ha vuelto complicado, y ha perdido una cierta inocencia.
En una época de mezclas, de explosión del decir, de la escritura, el eremitismo parece más que nunca difícil de vivir. El siquismo se ha debilitado, la depresión se extiende, el equilibrio se vuelve cada vez más raro. La hipocresía camuflante de ayer cede ante la puesta al día de lo sórdido. Más aún, los formadores son raros a pesar de la multiplicidad de los maestros. La «agitación de las alas» de la que hablaba Sócrates, ha sido reemplazada por «la agitación de enseñar». Todo el mundo sueña con enseñar a los demás sus propios balbuceos. Las sectas, los grupos surgen como las malas hierbas en los jardines.
Movidos por otro espíritu, los monasterios abren sus hospederías a los visitantes con el fin de hacerles compartir su vida espiritual recibiendo al mismo tiempo alguna ayuda monetaria. Los eremitas aceptan que se les venga a ver y que se permanezca en su cercanía. ¡Así los monasterios y los ermitaños favorecen con toda generosidad el «turismo de la interioridad»! Dentro de poco, es posible que a la «Guía de los Monasterios» se añada otra relativa a los eremitas. Los turistas podrán fotografiarlos y llevar así preciosos recuerdos para enseñarlos a las amistades. Nada nuevo: en el siglo XII, Aelred de Rievaulx recomendaba a su hermana eremita que dejara a los curiosos cotillear en su puerta.
Las condiciones económicas y sociales complican el acceso a la soledad. Sería anormal hoy en día que un eremita no se mantuviera económicamente. Si no, se trataría para él de «vivir a costa» de un donante o de una comunidad. ¿Por qué privarse de algo, para dar a otros el privilegio de no hacer nada? ¿La plegaria y la santa ociosidad serán incompatibles con el trabajo?. Es evidente que no. En numerosos casos, parece inoportuno fomentar la pereza, el rechazo de la sociedad, la imposibilidad de mantenerse. Solo los verdaderos eremitas emergen de la mediocridad.
Durante siglos, las comunidades religiosas contemplativas han vivido de donaciones y herencias. Un cierto candor facilitaba esas generosas ofertas. Se creía firmemente que la oración y la ascesis de los monjes y de los ermitaños podían no solamente suplir sino borrar completamente la mediocridad o la perversión de su propia vida y de su conducta. El intercambio se consideraba como algo normal. Se trataba así de contratar un seguro con vistas a la salvación, a la vida post-mortem.
Una cierta lucidez desemboca en otra visión. Permite a la vez que adheriendose firmemente a la «comunión entre los hombres», el comprender que cada uno está invitado a tomarse en cargo. La liberación es una obra personal.
Lo mismo que existe un desierto interior, se presenta un eremitismo interiorizado, vivido dentro, en una ascesis constante de la inteligencia y del corazón. Además, en ciertos casos, el eremitismo podría vivirse «a tiempo partido». Una expresión así es chocante, no lo podemos negar. ¿Cómo el verdadero eremita podría separarse de la revelación de lo interior, de la seducción del Dios escondido?
En razón de la rareza del verdadero eremitismo, ¿por qué no consagrar un cierto tiempo a una total soledad en un lugar desértico, rechazando la vida en comunidad? El eremitismo no es un lujo. Hoy en día las estancias en Extremo Oriente se multiplican. La desambientación posee su valor. La verdadera desambientación sería aquí el romper los lazos con su ego en una lucidez constantemente renovada. El verdadero eremitismo está siempre ante uno. Nunca se alcanza.
El silencio se descubre en la medida en la que se vive sin trampas, más allá de los juegos, de las mentiras, de las seudo-compasiones, de las pulsiones de la carne y de la mente, del tumulto de los pensamientos y de los deseos. Es evidente que la palabra y por consiguiente la escritura tienen que ver con la cáscara y no con la nuez que solo el silencio interior alcanza.
Pero ¿quién degustando el sabor de la nuez puede dejar de hablar de él?.
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Extraído de: Questión de... nº116: Marie-Madeleine Davy, Les Chemins de la profondeur. Revue trimestrielle - Albin Michel, B.P. 21 - 84220 Gordes (Francia).
http://usuarios.lycos.es/contemplatio/con-eremitismo.htm