domingo, 26 de abril de 2009
EL TRABAJO ESPIRITUAL SE HACE EN SOLEDAD MARIE-MADELEINE DAVY (VI)
EN LA SOLEDAD TENDRE LA CLAVE DE SABER QUE YA SOMOS SERES UNIVERSALES
Yo no oigo el silencio, no percibo mi fuente. ¿Por qué? Porque estoy en el parloteo exterior. Estoy en la danza de las palabras. Estoy en el canto de una expresión. Estoy en el parecer, nada más que en el parecer. Si mi oído interior nace, si en la soledad se despliega, voy a captar, voy a comprender, voy a tener una experiencia de la cercanía a los misterios, a todos los misterios. Yo recibo un don: la llave de la existencia, la llave del "nuevo nacimiento", la llave del hombre nuevo con relación al "hombre viejo". Nosotros ya somos seres eternos, seres solares, seres luminosos. Es evidente que en general no vemos nada de eso, o también como lo expresa El Cantar de los Cantares, se ve a través de la celosía. La soledad, los desiertos provocan un despertar de la escucha. A través del oído interior, es "alguien" en nosotros quien encuentra a "alguien". No son solamente las palabras las que nos atacan, en una conversación banal con alguien. La profundidad brota. Hay un encuentro entre ese grano de mostaza que está en el otro, y el grano de mostaza nuestro. Se descubre que el ser es mejor de lo que él dice, el ser es mejor de lo que él hace; es "desvelado" momentáneamente. Si mi soledad me procura una escucha atenta a la belleza, efectuaré de una manera directa, inconsciente, un cambio en las palabras, una modificación de las frases. Va a haber una especie de metamorfosis.
No es la banalidad lo que retendré sino el sonido de la fuente. El hombre que vive el desierto interiorizado en la soledad, percibe el murmullo de la fuente en el otro... y se maravilla ...
POSDATA IMPORTANTE
¿Por qué este crecimiento de ermitaños en la actualidad?
Hay que decir que se trata de una vocación, una llamada. El exceso de insistencia en el compromiso con el mundo y el desbordamiento de las palabras, habladas y escritas han llevado a muchos a redescubrir la fuerza de la oración y el gozo del silencio.
El ermitaño da su vida por cosas inútiles, según el mundo. La sencilla regla que él mismo se escribe, prevé, sobre todo, horas de oración, de lectura espiritual, de meditación. En el ermitaño hay un rechazo radical de la lógica mundana, para la cual sólo la acción, la política, el compromiso social, las inversiones económicas, pueden cambiar el mundo para mejor.
David Amado
El eremita urbano, ha respondido a una llamada que le ha hecho comprender que sólo quien entrega su vida por los demás, la salva, y que el modo más eficaz de amar y de ayudar es el de encerrarse bajo el anonimato, el silencio, la impotencia, creyendo hasta el fondo en los misteriosos vínculos de la “comunión de los santos”. En la habitación de uno de ellos se encontró una inscripción, según cuenta el escritor Vittorio Messori, con el siguiente texto: “El que se va al desierto, no es un desertor”.
Publicado por Hieromonje Macario