SIN COSAS. Des-codificado y des-ideado. Seguro de su vocación y de una invitación sublime... Padece, el contemplativo, un llamado inefable, sin nombre conocido para él. ¿Para qué uno u otro nombre? Basta uno, el ÚNICO. Respiro hondo, en fin, sin categorías.
Respiro hondo, que es como una simple presencia. En efecto, el hombre contemplativo no es el que hace cosas (ni menos todavía cosifica) consideradas como propias o aun pertenecientes a algún género de vida contemplativa. No, no es ni obra ni juzga de esta manera. No es, en efecto, contemplativo a ratos. Lo es, en cambio, siempre. No se trata de acentuar sólo algunos momentos y, por haber dispuesto de todos ellos, se siente satisfecho: ha cumplido. Nada de eso.
El auténtico contemplativo, el que juega toda su vida, sabe que lo que cuenta, antes que nada, es su respuesta y su presencia en la historia. Digamos algo así como la densidad de su presencia. Es la orientación, su dirección, la que, muy luego, sale impresa en sus obras o en lo que sea... Orientación, tensión a, dirección... Resulta entonces una suerte de posesión. En realidad es él el poseído, con anticipación a cualquier manifestación u obra. Se trata de algo siempre anterior, previo a la manifestación que sea y aún independiente de ella. Hablamos de una vivencia plena en la cima del alma.
Afincado en su interior, el contemplativo descubre la libertad en modo nuevo, libertad que -como decía un Cartujo- permite explorar la transparencia interior, que no comporta ni hábito ni término; se la encuentra allí, siempre en el primer instante de la primera mañana, donde todo recomienza entre el alma y Dios". Y añade que "todas las otras libertades de las cuales se habla, no son más que débiles y lastimeros ecos de aquella libertad".
Descubrimiento de la Aurora, podría decirse... Este planteo, pues, deja al hombre sin seguridades engañosas. Si no asume el hecho y no acaba por despojarse de las cargas innecesarias, acabará por fabricar su propia angustia en la cosificación y en sus insolentes desafíos.
En cada caso es un camino inexplorado, original. Siempre proporciona nuevas y luminosas sorpresas... pero no hay que descuidar la memoria de esta realidad. La conciencia de que es, aunque no se pueda explicar ni decir.
"Aquello" acontece de todas maneras. A pesar de distracciones y somnolencias, a pesar de los adormecimientos, de las terribles soledades y de las azarosas interrupciones. En fin, a pesar de la tonta sordera del mundo y a pesar de nuestra propia ceguera.
Aunque el Amor no sea amado, el Amor ES. Aunque no llame atención alguna, aunque haya tantos distraídos..., aunque nadie se de cuenta.
La conciencia de "Aquello" no es fuerza ni potencia que se perciba. Su inefable intensidad se compara al "silbo de los aires amorosos", a la delicada brisa que halló al Profeta Elías.