viernes, 29 de junio de 2012

El Señor nos da su Paz



Esta vez... sal de tu escondite y dinos alguna cosa...
No sé qué pedir ni qué cosa quiero que me digas ahora. Pero tu tienes buena y rápida imaginación, y no dudo de que hallarás buenas y hermosas palabras en esta ocasión.


Sal, pues, que te aguardamos, a pesar del mal tiempo. Dicen que hay tormenta. Otros afirman que, en cambio, no la hay y que allí está el problema. Con tormenta o sin ella, apurado o no por tantas cosas y por las sandeces del momento, dinos alguna cosa, como eso que los peregrinos antiguos rogaban a los viejos Padres del Desierto: una palabra de salvación.

Mira, detente un poco, mira, mira esas flores en el claro del bosque. ¿No hay –acaso- una perpetua correspondencia entre ellas y el corazón? ¿No caminas, ahora mismo, por sendas dichosas, de las que hallas algún reflejo en los paisajes luminosos de la tierra?
Deja que tu balsa siga el curso del agua.

Eres amigo de la tierra que pisas y del sendero que trazas. ¿Quién puede entenderlo? No importa, esta vez, entender. Considérate feliz de tener el cielo por techo, del aire que se te brinda a cada instante, del suelo bendito que te sostiene. Vas de camino... Cada día una nueva lumbrera. Sí, cada día y cada vez.

Este es tu jardín. Descubre la fuente de agua viva que brota en su centro. Es este tu jardín, donde siempre reina el silencio.



frater Albertus  
http://flordelyermo.blogspot.com.ar