lunes, 21 de septiembre de 2009

LA MIRADA CONTEMPLATIVA - MARIE MADELEINE DAVY ( VI )



LA TERCERA FASE

Tras este despliegue, una tercera fase sobreviene. Sin tener una consciencia inmediata de ello, el meditante pasa del tiempo a la eternidad. Lo constata con estupor cuando comprende que sus raíces ya no están sumergidas en su propia historia. Vive en el mundo sin ser del mundo, porque sabe que «el Reino no es de este mundo» (Jn. 18,26). Helo aquí tanto más encarnado cuanto más recibe la savia que lo alimenta de su propia interioridad comunicante con el mundo invisible. De ahora en adelante, se transforma, en la vida cotidiana, en hombre libre, liberado de todas las esclavitudes. Como un pájaro, saborea la ebriedad del vuelo. Sobria ebrietas, decían los místicos. La existencia aparece como una maravillosa aventura con sus momentos de sombra y de luz. Lo inconcebible, que la mayoría de los hombres ignoran, o de lo que se mofan por ignorancia, se vuelve una patria.

Viviendo en la eternidad, el contemplativo no distingue más que el esplendor. Lo eterno no puede retener más que la belleza. Toda fealdad se borra ante su visión. Es lo mismo para el meditante. Gracias a su mirada, él se va transformando en una Pascua continua, una especie de renovación primaveral, perpetuo rejuvenecimiento del corazón, energías renovadas.