lunes, 1 de junio de 2009

LA VIA DEL DESIERTO Marie-Madeleine Davy ( VII )


La literatura del desierto es accesible gracias a las Sentencias de los Padres del Desierto llamados Apophtegmas. En nada se asemejan a un discurso. Se trata de frases breves, llamadas lo más a menudo "palabras de salvación" ya que ellas responden a la demanda de los visitantes sugiriendo a los hombres de experiencia el emitir una palabra esencial que ellos puedan meditar e intentar vivir. Los eremitas eran invitados a mantenerse atentos a su maestro interior. A falta de preparación, corrían el riesgo de caer en la ilusión, de ahí la importancia de un guía autorizado. Cada uno podía adoptar una manera de orar según su propia singularidad. "El Anciano", tal era el nombre dado al eremita dotado de experiencia, se expresaba con pocas palabras. Ningún parloteo sobre la oración. Como un hermano se inquietaba al abandonarse constantemente a las distracciones mientras la oración, el Abba Poemen le aseguró en una sola frase: "Tu no puedes impedir que las distracciones te atreviesen el espíritu más que retener el viento".

A causa de su número, los eremitas se agruparán. Se tratará para la mayoría de un eremitismo mitigado. Por prudencia, en razón de los peligros surgidos de un eremitismo total, un paso por el cenobismo será aconsejado. A final del siglo XI los cartujos devendrán los sucesores de los eremitas. Se podrá entonces asombrarse de la importancia dada a la oración vocal. Aparte de las vísperas, el oficio de noche (maitines y laudes), la misa conventual, los cartujos recitan el oficio en su celda. En razón del perfecto mutismo al cual está consagrada su existencia, las palabras pronunciadas por la oración de los salmos les ayudan a conservar un equilibrio siempre difícil de mantener, pero ellos no hablan más que a Dios. Fuera de las Horas monásticas, su vida se instala en una oración silenciosa. El Espíritu Santo ora en ellos y su labor consiste en limpiar todo aquello que podría molestar su ejercicio. La oración de los cartujos se presenta como un estado de silencio sucinto a toda formulación. En cuanto a los eremitas que perduran en todas las épocas, estos adoptan el modo de oración que les resulta conveniente. La oración de los eremitas no podría adaptarse a un sistema. Sin embargo, por prudencia, ella se rodea de una ascesis rigurosa. Si no las ilusiones se multiplicarían. El desierto favorece los espejismos, las alucinaciones, el desbordamiento de la imaginación.