miércoles, 4 de febrero de 2009
SIN MEDIOS Y SIN POR-QUÉ
Splendor aeternae gloriae
Incomprehensa Bonitas
Amoris tui copiam
da nobis per praesentiam
P. Fr. Alberto Enrique Justo O.P.
Ordinis Praedicatorum
PENSAMIENTOS VARIOS
PROPÓSITOS SIN POR-QUÉ
1. Expectación. Prosiguen estos días... ¿qué decir? Sólo insinuar que ya no estamos donde pensábamos estar una vez. Es preciso confesarlo. El lugar se ha convertido, de algún modo, en un accidente. La historia tiene su lenguaje como lo tiene la vida. En realidad uno y otro se identifican en el plano más profundo.
2. El hombre asediado. Es el hombre de hoy. Importa saber de qué se trata, en qué consiste el asedio. Y es que aquellos que circundan y preparan un asalto primero y otro después, no ven ni saben lo que persiguen. Dan terribles manotazos al aire sin aferrar cosa alguna. Parece que avanzan en distancia y en conquistas, pero, sin saberlo ellos, caminan hacia atrás. El sitio no es tal, porque -en realidad- se alejan. Esto no excluye que los sitiados sufran y, a veces, mucho...
3. Pero la lucha posee un encanto. Porque cuando reposamos en la Verdad, esto es en la misma Voluntad de Dios, hallamos la paz profunda que no tiene precio.
4. Es conveniente explicar algo..., de modo que quien lo precisa sea confirmado en su búsqueda. Pero un análisis, aún el más cuidadoso, que vuelva y revuelva sobre el objeto sin pudor, puede alejar de él y causar perplejidad. La penetración más honda no se siente, sólo se sospecha. Y es muy necesario insistir en ello porque cuando más nos parece saber es cuando sabemos menos.
5. Confianza y nueva confianza. Abandono en un instante... Quien no ha sufrido... (¿se halla alguien así en alguna parte?)... ¿puede comprender a quien peregrina doliente por las sendas de este mundo? Como dijo León Bloy: sufrir pasa, haber sufrido no pasa jamás...
6. Es muy doloroso observar el desvarío y la necedad. En los días que corren constituyen el espectáculo más frecuente. Pero es aquí, en las sendas espinosas de este mundo, donde se descubre la Historia como Cruz. En efecto, no es un cierto mundanismo (permítasenos llamarlo así) de corte optimista e irreal, lo que ha de esgrimirse para recordar el Misterio de la Encarnación, sino el sentido profundo de todas las cosas a partir de una rebelión y de una redención efectivamente operada y realizada y vertiéndose, a cada instante, en nuestra vida a través de acontecimientos y latidos de todo género. Esto nos pone frente al sufrimiento, que es la puerta a la humildad y al abandono.
7. Vienen de camino. ¿Quienes? La respuesta es la siguiente: -nadie. Bueno es darse cuenta, de una vez por todas, que eso que -tantas veces- nos dicen los sentidos y nos cuenta el miedo, que todo eso, en el fondo (que es donde interesa) no es.
8. Pasamos de una a otra. Pretendemos definirnos y ubicamos. O soy de Pablo o soy de Apolo. O soy especulativo o soy práctico. O compatriota o extranjero. O estoy inclinado hacia el realismo o hacia el idealismo... Nada de esto nos interesa ahora. Son alternativas exteriores o muy superficiales. Nuestra vocación es pujar por penetrar en las honduras y llegar allí donde no existe división ni dualismo alguno.
9. ¡Es tan grande el secreto! En un instante los ojos de mi alma se levantan y son raptados por Dios. En un instante. ¡Cuánto cuesta convencerse de que no hay que complicar, ni analizar, ni distraer! ¡Mirada simple, simplicísima! Raptada y levantada sobre cualquier laberinto. Pero simple y una. No por virtud de mi antojo sino por don y regalo de la Gracia divina. Es el Espíritu Santo que opera este rapto cuando me dejo absolutamente penetrar. Como el aire por el sol, como el madero por el fuego... Pero mucho, mucho ¡tanto! más, que el Amor de Dios no conoce medida, ni medio, ni por-qué. ¿Dónde están las distinciones, dónde las diferencias? ¿Para qué andar tras el lodo y las cosas pequeñas? La simplicidad, la unidad no se quiebran. Dios nos convierte, nos adelgaza hasta volvernos totalmente sutiles para entrar en Él y para que Él entre en el alma, que es lugar de su delicia y de su reposo.
10. Nada que no seas Tú-mismo, en Ti, sin modo ni medida. Dios en Dios... Que tantas imágenes acaban oprimiendo y desconcertando, llevándonos caprichosamente con ellas y fijándonos en mil intermediarios... Pienso ahora, detenidamente -aunque sin esfuerzo alguno- en la mirada simple...
11. Terribles son las amenazas de los celadores. Los hay por todas partes. Quieren obligar a otros a hacer esto o aquello. Parece que están convencidos de que no existe salvación sin magia, sin los ritos que ellos mismos inventan y establecen. ¿Qué ha de hacer el hombre? Simplemente, seguir su camino.
12. En estos días se sufre... sin querer. Pero la luz brilla a pesar de todo. De eso yo estoy seguro.
13. Sólo en la Noche puede ser desposado el Misterio. La Vida...
14. La apertura del horizonte siempre nuevo es el camino de la poesía. El esplendor del verbo rasga los velos oscuros y despierta, a la luz, zonas desconocidas.
15. Alguien ha dicho, asombrado, algo perplejo: si son monjes, ¿qué necesidad tienen ellos de pintar? Digo yo: quien haya alcanzado el camino esencial no necesita decir más. Se ha hecho poesía, música nueva, esa misma que es de todas la primera.
16. Dios es la misma Belleza.
17. Quien sabe recibir la poesía, quien escucha, atiende y acoge lo dicho por otro, él mismo, el receptor, es poeta. Y, ciertamente, no de los vulgares si ha prestado su genio escondido para asir el secreto que transmiten la palabra y el símbolo.
18. Una palabra solamente. Es como el color en distintas intensidades y manifestaciones. ¿Es posible descubrir, de un golpe, la belleza y la armonía de las infinitas tonalidades?
19. Todo cuerpo es velo y símbolo privilegiado. Es tanto lo que manifiesta... ¡pero infinitamente más lo que esconde!
20. Puedes abandonar cualquier obra para consagrarte a la única Obra... Quien pueda entender que entienda...
21. San Juan de la Cruz, pintor, artista, sobre todo poeta... Se consagró a la... obra Esencial.
22. Un artista, en verdad, descubrirá esta puerta y pasará por ella. La obra esencial se realiza más allá de toda definición o explicación. Es un toque que abre una cámara nueva, escondida e infinita.
23. La obra esencial no se realiza fuera sino dentro. ¿Es posible hacerse poesía? Desde luego, cuando se es transformado en la causa de toda poesía.
24. La Belleza es Dios mismo, Dios mismo es Belleza... Es maravilloso. Como San Juan de la Cruz: vámonos a ver en tu Hermosura.
25. Adivino la nueva voz, que siempre es nueva. Es tan maravilloso y admirable reposar más hondo en el Corazón... Las honduras son descubiertas una y otra vez. El alma se domicilia más en ellas, se hunde en la inmensidad plena de Luz. Es el mismo Espíritu... En Él y desde Él. En su Unidad.
VARIEDADES DE UN MISMO DOLOR
26. No hay duda ...: el sufrimiento resurge cada vez como inédito y desconocido. Sus abismos son insospechables e indescriptibles.
27. Terrible burla de la ignorancia y de la petulancia. ¿Cómo entender eso? En la nueva soledad se descubre el horror del infierno. Es algo así como una ausencia vacía, fría y oscura, en los muelles de un puerto maloliente. Nadie atiende si alguien pasa. La mirada perdida no se detiene ni se fija jamás. Rostros que no miran y ojos que no ven...
28. ¿Quién sabe de... desamparo? Siempre clama el corazón. Dios lo oye.
29. Es preciso hundirse y meditar en el amor este misterio del desamparo. En el abandono en la Cruz...
LA ORACIÓN CONTINUA
30. Cuando ores, no pongas condiciones. Este levantamiento ha de ser muy simple y, sobre todo, bien silencioso.
31. ¿Sabes cómo late el corazón? Aprende que cada latido pronuncie el Nombre del Señor. Hazlo con la aspiración que te levanta al Cielo, que te levanta a Dios.
32. La aspiración es la interiorización profunda de tu deseo, encendido por el Fuego del Espíritu Santo. Es el mismo Espíritu el que aspira y te levanta y te hace uno con Él.
33. La oración y la misma vida contemplativa no se dan ni existen fuera del orden de la Providencia. En efecto, trascender el tiempo es sólo posible desde el mismo tiempo, entre tiempo y tiempo, en el instante. El recogimiento se nutre de pruebas y asedios, porque la perfección sólo se alcanza en la médula de la Redención. Una vida que eludiera el combate entre la Luz y las tinieblas quedaría al margen y extraña a Dios. A Dios se lo descubre y se lo ve recibiendo su Misericordia y su Salvación. La vida mística se da en el mismo corazón de la historia y del Misterio... El Amor y la Unión consiguiente comportan el gigantesco y sublime drama según la Voluntad del Padre.
34. La oración continua no se interrumpe con acontecimiento alguno... El orante ha de comprender que todo la favorece. Porque el Señor es sublime y delicado maestro. El Espíritu sopla donde quiere y como quiere... ¡Alabado sea Dios!
35. Decisivo juzgo el papel y el lugar de la Historia en el camino ascético de todo peregrino. Porque la perfección se alcanza con la disponibilidad y no tanto con la elección, tal vez caprichosa, de las características del andar. Orar siempre es abrir el corazón siempre. Es, sobre todo, aprender a descubrir a Dios en todo y por todo. Es -siempre- ver más allá de lo que se presenta inmediatamente a los sentidos exteriores en orden a una inmediatez más profunda en el espíritu. Ver, pues, más allá. Horadar hechos y cosas. Asir el acontecimiento en cuanto tiene de más hondo o en cuanto esconde o manifiesta. La inteligencia humana tiene esta vocación... Así como se percibe la belleza en todo.
36. A veces, las molestias en la oración constituyen una advertencia del Señor acerca de la provisoriedad de esta hora. Redoble, el peregrino, su plegaria, seguro de la fecundidad del asedio.
37. En el tiempo de la prueba y de la gran tentación no ha de pretenderse la desaparición de una cierta angustia. Son estas asperezas del camino las ocasiones que Dios brinda para subir aún más alto.
38. La escala y el lugar del Misterio son un testimonio que quiere decir: aceptación. Serás testigo y mártir; esto quiere decir: hágase. En el fiat de Getsemaní y de Nazaret se halla el secreto de toda la vida.
39. Afirmación, amén, que surge del mismo Espíritu Santo en el corazón, en la única vida nueva...
40. El testigo es teóforo. Vida deificada que supera toda expresión.
41. ¿Qué es decir-que-sí-a -Dios? La formulación de este interrogante puede no ser feliz, pero ensayamos una respuesta recordando que desde lo más profundo el alma se dispone. ¿Quién conoce esa llama que arde en la misma fuente y baña y transforma todo el ser? Es preciso partir de lo más pobre y despojado. No se avergüence el peregrino ni busque perfecciones químicas o mecánicas o... técnicas. Deje nacer. Nunca imponga y acepte las limitaciones que, sin duda, experimenta. Nunca sentirá decir-que-sí-con-toda-el-alma. Le resultará extraño no percibir fuego material alguno. Pero así ha de ser. Así ha de comprobar hasta dónde lo levanta Dios. Y Dios no lo hace sin contar con su feliz pequeñez. Lo pequeño es grande y lo grande es pequeño.
42. A pesar de esas limitaciones, ore. Arrójese sin reparos, que Dios lo arrebata cuando se entrega a Él...
43. En muchas ocasiones se hallará solo y sin méritos que alegar o invocar. Le parecerá que es muy poca cosa y el pensamiento de la indignidad lo asaltará una y otra vez. Pues bien, no importa. No se detenga el peregrino. Alégrese en su pequeñez, alégrese. Que nada hay más grande que vivir de la Muerte y Resurrección del Salvador, del Amor y Misericordia del Padre y de la animación del Espíritu Santo. Húndase en el inmenso mar de la Deidad, enamórese del Amor que lo lleva y lo transforma. Su pequeñez es la mejor garantía. Alégrese y ore, que su gozo es, también, dichosa plegaria y susurro de unidad inefable.
EREMITISMO INTERIOR
44. La vida solitaria no halla mejor lugar ni espacio que el corazón. Allí deja todo cuidado, y descubre -el peregrino- la misma realidad de su soledad...
45. La soledad más significativa es la que vive el alma en cualquier relación con las creaturas. Éstas no dan jamás lo que se pide de ellas, porque para solo Dios hemos sido creados y sólo en Él hallamos el cumplimiento de nuestro deseo.
46. Las vidas de los Santos Padres del Yermo, como aquellas de los Mártires, serán siempre prototípicas ya que señalan el camino interior. Es propio de la inteligencia humana ver-más-allá-del-símbolo y descubrir los múltiples secretos que encierra una figura. Por ello es urgente aprender a leer por debajo de la letra y ganar un sentido espiritual que nos guíe hacia el monte del corazón.
47. ¿Cómo huir hoy al desierto? Es necesario formular otra pregunta previa, a saber: -¿cuál es el desierto verdadero, dónde está? Pues bien, el desierto que se entrega a nuestros ojos, el desierto, el despoblado, es un símbolo; es, sobre todo, un símbolo. ¿Hacia dónde nos lleva este símbolo? Hacia la inmensidad. Es lo que yo no puedo medir, ni -tampoco- decir. La inmensidad es aquí el alma sin confines, donde se halla a Dios. Es el Centro, la apertura infinita, inefable. San Juan de la Cruz lo señala de esta manera: (..) esta sabiduría mística tiene propiedad de esconder al alma en sí; porque, demás de lo ordinario, algunas veces de tal manera absorbe al alma y sume en su abismo secreto, que el alma echa de ver claro que está puesta alejadísima y remotísima de toda criatura, de suerte que le parece que la colocan en una profundísima y anchísima soledad donde no puede llegar alguna humana criatura, como un inmenso desierto que por ninguna parte tiene fin, tanto más deleitoso, sabroso y amoroso, cuanto más profundo, ancho y solo, donde el alma se ve tan secreta cuanto se ve sobre toda temporal criatura levantada (Noche oscura 17, 6).
48. En este desierto mora el alma más allá de cualquier circunstancia local. Pero es verdad que esta singularísima soledad sabe a llaga... Porque el conocimiento y la habitación en ella se sigue de la experiencia de un camino señaladamente áspero, que consiste en las pruebas de esta hora.
49. La vida eremítica, que tiene por domicilio el corazón, es una suerte de estado, de estilo, género y modo de vida que caracteriza a toda la persona y a su conducta. Se trata de un rostro nuevo...
50. La vida eremítica, en el corazón, comporta aceptar el silencio cuando la obediencia o una situación cualquiera nos hacen callar. Esto, que puede parecer forzado y una pérdida de oportunidades, es -sin embargo- de insospechada fecundidad. En efecto, es dejarle la palabra a Dios en la dimensión que Él mismo quiere, en su manifestación honda... Decía un Cartujo que es oportuno recordar que, con frecuencia, cuando nos sentimos más impotentes y como desamparados por Dios es cuando Él más obra en lo secreto de las almas... Gloria Dei est celare verbum (Prov. 25, 2).
51. ¿Cómo dirigirse a Dios? ¿Aún hacemos semejante pregunta? ¿Es necesario dirigirse? Sosiéguese el peregrino y calle. Oiga el latido de su corazón y sepa que vive... No vaya más allá porque se aleja. No se dirija a ninguna parte. Quédese; no parta como aquellos que una vez recibido el alimento no tienen más que buscar. Quédese; aunque no tenga tarjeta de invitación. ¿Qué sabe? ¡Quédese!, en fin, cuando ya no vea a nadie.
52. Dios no es un objeto del cual se pueda disponer. El eremita interior descubre. Ha visto en el instante que es toda su vida.
53. A veces la casa... parece vacía. Es precisamente entonces cuando no debe dejarla. Descanse, el eremita, en el Corazón de Dios. Goce de esa intimidad que es unidad inefable. No lo olvide nunca: ya no son dos sino uno en el Espíritu.
54. Aludo a un respiro, a la vida, a los latidos del corazón... Todo ello es signo de la realidad infinitamente mayor. No hay distancias. Reposa en el Corazón del Señor. ¡Quédate! Permanece.
55. Permanecer. Es actitud fundamental en la ermita del desierto interior. Es necesario discernir la permanencia y la fidelidad en cada cosa, en cada acontecimiento, a cada momento. Permanecer en la celda...
56. ¿Deseas orar? Oye, inclínate, atiende y adhiere al Señor. Allí, precisamente, donde presientes un latir más profundo en tu corazón. Y permanece aunque se vaya todo el mundo.
57. El que descubre la soledad no la halla en un lugar determinado sino en su propia vida. El silencio surge de lo más interior, como un don superior e inefable, como el Misterio que se revela en lo más alto del alma. Querer forzar esa soledad sin haberla descubierto en el hondón de nuestra peregrinación, es pretender fabricar con buenos decorados exteriores la realidad irrepetible de dentro.
58. No es posible decir... todo lo que quisiéramos. No es posible siquiera pensarlo. Sólo en el abandono fecundo hallamos todo abierto y pasamos...
59. Cuando el peregrino carece de fuerzas y apenas puede andar... A veces todo olvida... ¿Qué es lo que ocurre? Sólo el abandono confiado es la respuesta. Es entonces cuando se revela la misericordia del Señor... Pero no lo siente quien camina. El Señor se ha velado para hacerse... más presente (si así pudiera decirse). ¿No lo percibimos así?
60. El Señor ha venido delicadamente. ¿Ha venido? Hablamos desde donde sospechamos y descubrimos y, desde luego y sobre todo, creemos. Yo he visto a Quien ya estaba y está desde siempre. Yo no hago más que balbucear, porque la expresión verdadera es el silencio. ¿Sabías que hay una visión mayor que la de los ojos? Ella sólo se abre en el desierto.
61. El peregrino es un viviente orientado ¿Qué es esto? Desde antes de nacer, desde siempre, desde la Eternidad, vive en el Amor que lo conoce, prepara y aguarda. Es conocido y amado. Preexiste, más allá del tiempo, en el mismo Dios que todo lo ordena para él y a él para Sí. Desde que abrimos la Sagrada Escritura sabemos que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Entonces ya no podemos concebirnos solos, sin destino ni sentido, sino pensados, amados y llamados a la Vida en plenitud.
62. No olvidemos jamás esta ordenación de nuestra propia naturaleza. Dios (si así puede decirse) ha pensado primero la vida sobrenatural y a ella ha subordinado todo... El íntimo y natural deseo de Dios es nuestra raíz y la capacidad y disposición para oír el llamado y cumplir nuestro destino.
63. No hemos de concebir al hombre solo, sin Dios. El hombre es, verdaderamente y siempre, con Dios. Lo contrario es la deserción, la rebelión, el pecado.
64. Todo lo que pienses, todo lo que digas, puede convertirse en oración, si quieres. Porque en Dios somos, nos movemos y existimos y sólo Él está en nuestra más profunda intimidad.
65. Este es el valor y la grandeza de la vida. Mira a María. Su vida y su misión no pueden separarse del Hijo. Mira a José, todo él es para el Señor. A veces parece que el Señor no atiende especialmente a su Madre... Cuando, en efecto, leemos el Evangelio vemos que Él le recuerda que ha de ocuparse en las cosas de su Padre; y sin embargo nadie está tan cerca de Jesús como su Madre. Pues bien, las vocaciones más altas no tienen por qué definirse con límites precisos y demasiado humanos. Y mucho menos por la abundancia de citas y de grados y de antecedentes y de autorías y de todas esas cosas. La vocación más alta es la más sumergida en el mismo Misterio de Dios.
66. Déjate llevar y hundir donde no sabes. Deja ser el Ser. No impongas rótulos ni te pases las horas midiendo... Juega, juega, olvídate, respira, vive, que Dios es la Vida.
67. No importa que te desgarren por ahí. Después de todo ¿qué es lo que tienes que dejar o que decir? Todo tiene su hora. Surgirá, en el horizonte de tus días, la aurora más maravillosa.
68. La vida eremítica en el corazón es una particular inmersión en el Misterio de Dios, por obra de la Gracia y según una vocación especial, que no ha de circunscribirse a modo ni medida.
69. El eremita, escondido con Dios en el corazón, aceptará lo que otros juzgan sinrazones o los despropósitos que lo puedan circundar. No busque lógica humana en el acontecer cotidiano. Insista en descubrir la luz escondida, detrás de las apariencias y de la tosquedad manifestada en tantas cosas.
70. No prefiera esto o aquello ni sueñe con edades-de-oro. Ya sabe que todo instante desemboca igualmente en la Eternidad y que sólo interesa el tiempo de Dios.
71. No hay tiempos de ayer ni de hoy que pueda juzgar más o menos favorables. Todo es ocasión de Dios y las lecciones de la Historia no se detienen jamás.
72. En la misma noche se halla un valle recogido en silencio encantador... ¡Se descubre tan rápido! cuando se pronuncia el Nombre en el corazón. Y, sin embargo, nada puede representarlo, ni sonido, ni perfil, ni sospecha. Pero el Amor lo descubre, nos lo descubre, sin lenguaje, inmediato, en la propia unión.
73. ... Su Madre conservaba todo en su corazón (Luc., 2, 51) Todo de Dios y todo Dios. El Corazón de la Madre es, desde siempre, Morada... Y es Cielo...
74. María fue mártir en su Corazón. En ese Corazón testigo de su Hijo y de su abandono inabarcable. Corazón abierto y entrañado en el Corazón de Dios.
75. El martirio interior es propio del misterio del desierto. Es su coronación y su plenitud. Vano es el desierto si no nos lleva al cielo...
76. Hay una desapropiación difícil de explicar, pero que -tarde o temprano- urge en nuestra peregrinación. Es aquella que renuncia a lo que podemos llamar: los exámenes aprobados. En efecto, es la aprobación un consuelo y un recurso al que apelamos con frecuencia, sobre todo para valorar los aciertos o desaciertos en nuestras obras. Ahora bien, en el desierto no hay demasiada posibilidad para ello. El caminante es desconocido en profundidad, no se sabe muy bien de dónde viene y a dónde va. Él mismo vive un abandono peculiar... Y, a veces, más percibirá la desaprobación que el aplauso o el aprecio...
77. ¿Qué hacer? Pues nada. Sólo paz. Siga el peregrino en obediencia y quietud silenciosas, aunque nadie lo acepte y aunque, alguna vez, él mismo sufra la tentación de la duda. Persevere en dejar a Dios ser Dios en su corazón y no pretenda otro dominio ni quiera andar por otro paraje.
78. No busque ni
intente un rostro diverso... No sabe, el peregrino, cuál es el suyo porque de él se goza sólo Dios. Descubra su condición en la apertura infinita de su corazón en el Señor.
79. Vuelve, vuelve a casa siempre. El desierto es entrar siempre más en el corazón. Entráñate allí en Dios. No temas. Él siempre nos llama, nos aguarda, nos perdona. Entra en el misterio de la Misericordia. Deja tu cuidado.
80. Abre las puertas de tu alma a fin de pasar más allá. Toda imagen o figura esconde una puerta, un paso, a través del cual se la trasciende y supera. La imagen halla su plenitud en su propia superación.
81. El desierto posee mil puertas. Es preciso tenerlo presente. No hablaremos de ellas. El eremita interior aprenderá a descubrirlas maravillado... El Espíritu sopla donde quiere...
82. El eremitismo interior consiste en la vivencia, por vocación y por gracia, del retiro secreto de Jesús con el Padre. Nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Es la obra del Espíritu. Quien adhiere a Dios se hace un espíritu con Él.
83. Las intenciones de nuestras plegarias son siempre, en primer lugar, las que se hallan en el Corazón de María.
* * *
84. Antes y después del desierto, se diseña la corona del martirio. Ya la hemos encontrado ¡tantas veces! Ahora refulge nuevamente cuando se ahonda en nuestra vocación de teóforos.
EXPERIENCIA INEFABLE DEL ESPÍRITU
85. La más alta experiencia de lo divino (por decirlo así) puede hallar su ocasión en el acontecer del sufrimiento o del rechazo...
86. Todo acontecer puede ser ocasión de una experiencia de lo divino. Aún el dolor más intenso. Téngase en cuenta el lugar central del abandono.
87. El desamparo es un prodigio de fecundidad espiritual. Cuando el peregrino vuela llevado por el Amor no conoce fronteras; y en todos los tiempos y en todos los lugares halla su bien.
88. En el Misterio del abandono descubrimos el hecho de la Filiación en el Unigénito. Las respuestas más profundas las brinda el Amor. En su deslumbrante Misterio todo es Luz y Transparencia.
89. ¿Lo feo, puede conducir a lo bello? La pregunta es demasiado práctica. De hecho el hombre topa diariamente con cosas o situaciones decididamente desagradables. Esas que constituyen la máxima penitencia o el martirio cotidiano, o como se le quiera llamar. Todo ello parece el reducto de la fealdad o que constituye un lugar poco o de ninguna manera habitable... Es claro que esta suerte de insipidez no lleva a lo alto, a Dios. Es una esclavitud, impuesta por los modos del mundo, que aplasta en las más variadas direcciones.
Ahora bien, una respuesta en profundidad requiere suma atención. Primero porque no todos sufren por igual y hay quienes padecen notablemente lo que a otros deja indiferentes. Luego porque la experiencia no es la misma en todos los casos, es decir: cada uno ha padecido situaciones muy diversas...
En general afirmamos que el alma está creada para la Belleza y halla connaturalmente lo bello. Por esta razón sólo puede servirse de la fealdad o de la torpeza por oposición, por nostalgia, por deseo ardiente, cuanto más se la priva de lo que le es propio.
Pero más profundamente el corazón puede descubrir este camino de ausencia en el único abandono del Hijo y padecer con ello la más alta experiencia de Dios.
90. El silencio ocupa todo el espacio. Sobre todo si no entramos con estrépito. Quien no persigue el primer lugar es conquistado por el silencio y halla la paz.
91. No procures la calificación más alta ni el primer rango en nada. Si te corresponde, déjalo y no te ocupes más. Sosiégate y aquiétate... La grandeza consiste en no-reclamar.
93. Tu corazón es silencio y es aurora. Si allí fuera hay ruido, o lo que sea, el santuario permanece -siempre- inviolable. No lo olvides jamás.
94. Si lo que más tenías en cuenta y lo que tanto te interesaba ahora no lo tienes, o tus fuerzas no te lo dejan realizar como quisieras ... : ¡no te avergüences ni te descorazones por ello! Por el contrario, acepta este despojo como un don singular, que lo hace más preciado para Quien ve lo secreto del corazón.
95. Los accidentes y asperezas del camino y de la noche, apenas hablan del misterio de tu descenso. Hay parajes que no se clasificarán jamás. El asedio que el peregrino experimenta supera la alternativa de aceptación o rechazo. Es, por ahora, noticia de gran lejanía...
96. No te turbe el acoso de diablos y de otras creaturas. Deja, abandona, huye. Permanece erguido como un roble cabe el agua que pasa...
97. La impertinencia de nuestra edad disfraza sus excesos con filantropía. Pero miente. Como el viejo traidor no procura bien alguno sino quedarse con algo que está en la bolsa...
98. ¿Has renunciado al poder? Entonces no presiones, en ningún sentido, ni exterior ni interior, para que las situaciones se resuelvan según tu parecer...
99. ¿Quieres el Cielo? Entonces no te pienses más o menos con puntaje para ello. Deja a Dios pensar en ti. No, no te veas con exámenes aprobados, ni diplomas, ni nada. ¿No has aprendido la lección de la misericordia?
100. Ama al Cielo por el Cielo. No seas curioso que ni ojo vio ni oído oyó lo que Dios tiene preparado para los que le aman...
101. No tropieces contigo ni con tu sombra... Los antojos pueden llegar a ser muy sutiles. Deja y deja tu cuidado. Ve en paz... , no corras.
102. La hora es la de Dios. Las Actas de los Mártires no nos dan detalles del curso de la vida del testigo sino sólo su testimonio... Haz de tu vida una gozosa perseverancia, sin cuidarte de lo que dicen o de lo que callan. Vive -cotidianamente- el gozo de tu confesión.
103. No te acobarde luchar. Tampoco te retires de la batalla cuando descubres alguna herida. Es posible y hasta necesario persistir y triunfar con más de un rasguño. El enemigo te quiere vencido sin mucho trabajo de su parte y rendido ante la primera sangre. Nada de eso. Persevera y confiesa sin desfallecer.
104. Recibirás la contemplación más sublime cuando menos la aguardes. No eres tú quien elige el lugar ni el tiempo. Y con mayor razón cuando trasciendes todo lugar y todo tiempo. Reposa, desde lo más hondo, en el Corazón de Dios.
105. Cuando te recuestas en el Corazón de Jesús... En lo más interior brota una aspiración nueva que todo lo inunda y lo baña de luz. Y lo penetra, y lo transforma, y lo levanta... ¿Qué sabes? Lo más maravilloso hoy está oculto. Pero esa condición es tan luminosa y gloriosa que no halla expresión que le sirva. Lo oculto se vuelve, de algún modo, manifiesto en el Fuego del Espíritu Santo.
106. No olvides que la muerte, si así puede decirse, como tal no es. Aspira, con toda tu alma, a lo más profundo del Cielo. ¿No te encuentras ya mismo en el Corazón de Dios? En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso.
107. En el Corazón del Señor. Uno. Es donde descubro permanentemente la hondura de mi ser. Ser en sólo Él... Este secreto consiste en no abandonar el celado esconderse en el Señor. Dios nace en el alma que lo acoge, recogiéndose en el abandono y entregándose (consagrándose) a cada instante.
108. Esconderse en el Señor. Es volver, decididamente, inicialmente, al propio interior. Aquí no hay límites, sino una apertura infinita. ¡Tesoro escondido! ¡Admirable realidad, tan profunda! Con mi alma te deseo durante la noche y con mi espíritu también, en mi seno, estoy buscándote a Ti. (Is. 26, 9). ¡Mi alma te busca y sabe que no te buscaría si no te hubiera hallado ya! Y mi espíritu en mi corazón, en mi interior, a Tí se abraza y en Tí se arroja y por Tí arde y se transfigura -¡amada en el Amado transformada!
109. No te retires de la batalla cuando sólo te hieren... Por el contrario, continúa sin desmayo, que llevas algo así como una prueba, una experiencia de la lucha, que no es ilusoria.
110. Quizá ya no son estas las horas del paisaje umbroso y quieto, signo de silencio, de paz y de oración. Queda escondido y bien real en el interior del alma, donde nada ni nadie lo viene a turbar. Es el jardín donde está el templo de Dios. Con semejante paraíso en el corazón, no dudamos de que estas sean las horas de la nueva milicia, de la lucha singular de los últimos tiempos.
111. La milicia, la nueva milicia de estos días, como la de todos los tiempos, ha de asumirse con infinita cortesía. La vida espiritual descansa sobre virtudes que distinguen al hombre, creado a imagen y semejanza de Dios. Una de ellas, y no de las menores, es la delicadeza.
112. Uno de los mayores gestos de la cortesía es descender. 0, si se prefiere, no-retener. Sin negar pasado o presente alguno... Nadie puede dejar si primero no ha poseído.
113. La vocación a la soledad, tiene -lo hemos dicho- innúmeras posibilidades. Sería un error cerrar las puertas a quienes descubren las sendas de un silencio interior, en simplicidad y disponibilidad a Dios. La soledad se descubre cuando no hay consuelo que nos ayude o cuando cualquier marginación o postergación acontece en nuestras jornadas. Y no porque esto sea culpa de alguien. Simplemente ocurre en razón de la misma vocación a ser levantados sobre toda creatura. Quien desciende con Dios es levantado con Él y por Él.
ALGO MÁS ACERCA DE LA CONTEMPLACIÓN
114. No sé si en los prados o en los bosques, en el mar o en las montañas, en los desiertos o en los valles... Muchos procurarán éste o aquél lugar. Pero en poblados o en despoblados, en aldeas o en ciudades no se hallará el espacio soñado. No hay sitio ni plaza en las parcelas, zonas o parajes de este mundo. Alguno tentará de obtener una propiedad circundada que lo proteja. Otro levantará, y con mucha razón y tino, una morada bien defendida. Y así, a cada uno, parecerá oportuno o conveniente esto o aquello. ¡Cómo no resguardarse de los gemidos dolientes y fúnebres de un mundo en precipitada caída! Las preciosas margaritas, los cantos de las aves, el silencio y majestad de la naturaleza, hablan en verdad de Dios... Sí, hablan de Dios ¡cómo no! ¡Quién se atreve a negar la gloria que se manifiesta en el cielo descubierto, los ecos sublimes de los vientos, el rumor del agua, la grandeza de la tempestad! ¡Quién no queda deslumbrado ante los levantes de la aurora, el amanecer dichoso o el ardiente ocaso!... Y, sin embargo, no es esto ni es aquello, por más sublime e inigualable que sea, sólo es Camino, Verdad y Vida: el abandono en la Cruz.
115. ¿Cuál es la figura de santidad y de contemplación que procuramos señalar ahora? Se trata del mártir. El sentido profundo es el de un testigo que lo es, sobre todo, en y desde su corazón hecho uno con el Señor en el Espíritu. En efecto, el mártir es aquél que desciende hasta el punto donde el Espíritu lo lleva para que se cumpla el misterio de esta unidad. Sólo será unido en el descenso, o en el abandono, ya que el Verbo de Dios vino a buscar al hombre y, para levantarlo a su altura, se hizo carne Él mismo, y obediente al Padre hasta la muerte y muerte de Cruz.
116. Pero no todo el Misterio se ha de descubrir. El pudor y la delicadeza velan las mayores maravillas. En la misma medida que se manifiesta: se oculta; cuando dice: calla y se silencia. El esplendor de la Palabra nos sumerge en lo inefable que no permite publicación ni ruido.
117. El silencio del Misterio. ¡Es tan presente! La Presencia todo lo llena, lo supera y lo rebalsa, derramándose con generosidad jamás sospechada. Pero nunca resulta violenta y siempre permanece como delicado soplo de brisa inefable.
118. Desde hace un tiempo todo se quiere difundir. Se hacen ediciones y ediciones para un público cada vez mayor. El afán por enormes auditorios aumenta y las masas, que todo lo invaden, también. Los justificativos son miles y los medios, innumerables... Pero aquí nos referimos a un secreto, a un tesoro escondido, a lo que se dice o se descubre solamente en el silencio...
119. Es el mártir monje por la soledad y penitencia de su vida. Es testigo verdadero, y como testigo, el mártir es apóstol y, como luchador, caballero poseedor de honor. Y lleva vida escondida -¡tan escondida y secreta!- porque, en realidad, nadie sabe verdaderamente de él. Desconoce, él mismo, la dimensión y el alcance de su misión...; y en esto es profeta: porque ignora el cumplimiento definitivo de su anuncio y la gloria de su testimonio. Todo lo lee y lo sabe en el Amor y por la Gracia, pero no acaba de expresarlo o de decirlo. Sabe de Luz y de Silencio y reposa, con certeza, en el Corazón de Dios que es su Centro y su Vida. Es claro que no se habla aquí -solamente- de quien muere víctima de la violencia de los perseguidores, sino de todos aquellos que, a imitación de María, son mártires en el corazón.
120. En el solitario se halla la figura del mártir y del predicador. Este ha descendido con su Señor por el camino escondido, con un Nombre nuevo que sólo él conoce, porque sólo él lo recibe, en silencio, en la unidad del Espíritu.
121. ¿Cuál es el lugar? Ni lugar, ni tiempo. El instante inefable en el descenso, allí mismo en la Unidad que no acertaremos nunca a expresar.
122. Nuestra lectura, aún nuestro estudio, es una Lectio divina, cuyo fin es el diálogo amoroso con Dios en el mismo corazón.
123. La Palabra es una sola... Ella lo dice todo y es la misma Sabiduría que se entraña en la unidad del Espíritu, en nuestro corazón. Hemos pretendido decir y añadir cosas y cosas... Con frecuencia percibimos algo así como una ambición de expresarnos muy bien. Buscamos los enunciados más completos y satisfactorios, a saber: cuando hemos comenzado por un principio y seguimos por la mitad para acabar en la conclusión luminosa... Ahora bien, no es sólo éste el camino. Por el contrario, de esa manera nos apartamos por los vericuetos de la lejanía. Lo propio es entrañarse en el mismo Misterio, con despojo y abandono.
124. Se me olvidó lo que venía diciendo... (!) No hay duda: el Espíritu nos devuelve al Presente inefable para transformarnos en Silencio ardiente. Es aquí y ahora, en Espíritu y en Verdad.
125. El Nombre Nuevo. ¡Amable y definitivo Misterio! Buscando mi Centro, busco a Dios. Dejándome entrañar en mi propio centro, me dejo entrañar en Él y por Él. Ahora bien, aquí se da el ... Nombre nuevo, que sólo conoce quien lo recibe... (Apoc., 2, 17). En efecto, el Profeta ha anunciado este nuevo ser, que es -desde luego- una transformación inefable ... : Y se te dará un nombre nuevo, que el Señor determinará con su boca... (Is., 62, 2). Y también: el Señor (... ) a sus siervos les dará otro nombre (Is., 65, 15). Otro nombre... Ese mismo que es nuestro ser profundo. El Nombre nuevo: Del vencedor haré una columna en el templo de mi Dios, del cual no saldrá más; y sobre él escribiré el nombre de Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la que desciende del cielo viniendo de mi Dios, y el nombre mío nuevo (Apoc., 3, 12)... y verán su rostro y el Nombre de Él estará en sus frentes (Apoc., 22, 4)...
126. ¡Calla tu secreto formidable! Pero no dejes de meditar en él. Sumérgete en las profundidades de un desierto que te sobrepasa... ¡Has topado con tanto dolor en tu caminar! Sobre todo te oprime, hoy como ayer, una desilusión que quiebra y derrite las entrañas. Ahora mismo te encuentras donde no quisieras... Y es que tampoco lo sabes muy bien... ¿Recuerdas? ... cuando envejezcas, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras. (Jn., 21, 18).
Pedro huía, con razón, de Roma, escapando de sus verdugos. Su vida era preciosa para la Iglesia. Pero vio al Señor llevando la Cruz y le preguntó enseguida: -Señor ¿a dónde vas? (Quo vadis, Domine? ) y Él le respondió: -voy a Roma a que me crucifiquen de nuevo... Y comprendió el príncipe de los apóstoles que debía ocupar el lugar al que estaba llamado para morir por muchos.
127. Semejante lugar no puede ser abarcado. Es lugar de Dios. Allí, ahí mismo, donde Él nos encuentra, esto es: en Él mismo que es morada nuestra. Cualquier análisis o explicación condenan al fracaso y a la desilusión, en razón de reducir lo más alto y lo más grande a medidas o dimensiones mezquinas.
128. Sólo la Deidad en la misma Deidad. Sólo Él. Sólo Tú mismo. Y siempre lo digo sin decirlo, porque mi lenguaje es asaz pequeño. Y repito -sin repetir, desde luego- y, así, voy de camino sin saber... ¿Dónde y cuándo estoy? ¿Dónde y cuándo voy o vengo? ¿Dónde y cuándo soy? Proseguía y miraba hacia adelante o, por lo menos, lo que por delante me parecía hallar. En realidad no hallaba nada, ni entonces, ni ahora. Porque por allí no hay... nada. Inmensa, tal vez, la llanura y altas las montañas y profundo el mar... Quizá. Luego multitud de cosas y de objetos, sombras de ilusiones al pasar... Conmigo gemían algunos en la desolación de la lejanía, poco dispuestos a aceptar esas invitaciones vanas y vacías. ¿Dónde o por dónde ir?
La hora es peculiar y nadie la sospecha. Confusión y perplejidad en las plazas... ¡Camino o senda que no existe! ¡Cuánta y cuán grande es la tensión por encontrar lo que no está! Y seguimos, unos y otros, y las huellas se borran después de pasar... ¿Qué hay por delante? ¿Vamos hacia algún lugar? ¿Qué paraje atravesamos?
Ni lugar, ni paraje. Ni esto, ni aquello; ni aquí, ni más allá. ¡Qué esfuerzo terrible para arrojarse hacia adelante, estirarse y proyectarse en vacío abismal! ¡Cuántos fantasmas, cuántas imágenes: ídolos siempre, que presto morirán!
Hasta que oí detrás de mi, pero dentro, que no a mis espaldas, una Voz Sublime que no he de decir. Entonces me volví y fui hallado: entonces vi.
En soledad, la misma Belleza... Vuelto al Padre con el Hijo en el Espíritu. La misma intimidad: y de esto no he de hablar.
129. Es preciso no olvidar que el Señor triunfó por su fracaso, habiendo elegido libremente el camino del dolor. Acerca de la fecundidad de los pasos más terribles no hemos de dudar... Aún en el silencio y en el despojo del abandono, aún cuando las más duras humillaciones y angustias acongojen el alma, nunca dudemos de la misteriosa e inmensa fecundidad de la Sangre del Señor.
130. Ha dicho un santo monje que gocemos de la incomparable alegría de sólo ser conocidos por Dios. Descubrir el propio sujeto, ser sí-mismo en lo profundo, por decirlo de alguna manera, es recibir la Luz que nos ilumina y nos arranca de las tinieblas, liberándonos del mundo sin sentido de los objetos. Como aquellas pinturas de la Natividad del Señor donde el artista ha plasmado, en admirable juego de colores, la realidad misma: la Luz es el Niño en el pesebre, sólo Él es la Fuente, porque es la misma Luz. Los personajes presentes aparecen, están y son allí (y en cualquier parte) en la misma medida en que reciben la Luz del Niño, en que son alumbrados por Ella.
131. La Luz tiene una admirable correspondencia con el Deseo del corazón del hombre... Él abre las puertas, se deja iluminar, quiere y busca la Luz. Porque la Luz lo despierta y la misma Luz lo hace capaz de la Luz. Pero él ha de querer la Luz, ha de desearla, luego que los levantes de la Aurora quebraron su oscuridad y su nada.
132. En la ermita interior se aprende algo maravilloso: aquello que está por manifestarse, la transformación y transfiguración de la vida y de todo. El Misterio de la Deificación se va realizando en conversión escondida. Por ello puedo decir, sin temor a equivocarme: -yo seré. Porque siendo ya, ahora recibo el Nombre nuevo impreso en la Piedra, he de ser siempre en Él y con Él, en la unidad del Espíritu. Ahora, pues -ya-, es aurora de la Luz eterna.
¿Dónde está el Desierto?
133. Ni aquí, ni allí. Aguarda y piénsalo muy bien: te dirán que el Desierto se halla en oriente o, tal vez no tan lejos, en algún paraje de tu propia tierra. Nada de eso. Esos lugares son una manifestación muy pequeña, un signo, de la inmensidad que tú sueñas, esa misma que llevas contigo.
134. ¿Huir al desierto? Es quizá una bella y prometedora expresión... Será cuestión de hacer las valijas o de abandonar todo equipaje y partir. Pero, ¿hacia dónde? Desde hace mucho tiempo búscase aquí o allá... Y siempre es preciso seguir y seguir. Nada resulta suficiente, o porque está demasiado cerca, o porque es demasiado lejos... O porque, ni cerca ni lejos, aparecieron algunos turistas y quizá hasta los cobradores de impuestos. O porque hay tantos que llaman a la puerta y hacen mucho ruido... ¡Quizá la Cartuja! ¡Bendita sea! Sí, desde luego, pero si Dios no te llama allí o tu salud no es muy a propósito ¿qué harás?
Mira, yo te digo que te vayas al desierto ya mismo y donde estás. Déjate alcanzar por el Creador y olvida lo creado, recuerda lo que decía San Juan de la Cruz: Olvido de lo creado, memoria del Creador, atención a lo interior y estarse amando al Amado. ¿Prefieres las palabras del Cardenal Newman? Myself and my Creator. Quien pueda entender que entienda y acuda.
135. El desierto consiste, también, en ese ámbito que quisieras de tal manera y no se da ni se encuentra. ¡Curioso esto del ámbito! Los hombres aguardan decorados y temperaturas que, luego, no aparecen. ¡Tanto es lo que brilla por su ausencia! Decimos que el desierto no premia con consolación, comprensión o estrépito. Es realidad de otra índole, que se la sabe presente por mortificada ausencia. Desde luego que no se ha de buscar esta sequedad, pero cuando desaparezcan los consuelos o se extingan las luces sabremos muy bien el origen de lo que ocurre.
136. El desierto existe y está dispuesto para la transfiguración. El desierto esconde el jardín más maravilloso. Y, con frecuencia, deja ver y gustar su tesoro. Del desierto que no oculta nada y a nada lleva no hablamos aquí. Nuestra vocación es al Paraíso...
AQUELLO...
137. No, no hay desiertos, ni planicies, ni mares, ni montañas... Ya subes por donde no sabes y no puedes decir más. Tampoco sabes si subes, a veces te parece que bajas. Es que nada, nada importa, y nada hay que no tengas ya. Lo que tu seas lo serás, porque brotan exultantes las fuentes más allá de tus imágenes y más altas -sobre todo- que tus medidas...
138. ¿Sabes que eres lo que esperas? Es claro, serás lo que ahora posees en la Esperanza... Pero así como te conviertes en lo que amas, te aseguro que te vuelves lo que esperas. Toda tu vida es un tesoro de esperanza, vive, pues, ya, ya mismo, ahora, el Misterio cuyo cumplimiento definitivo aguardas.
139. ¿Querías saberlo todo? Pues todo lo sabes y lo eres en Aquél que ya llega. ¿Quién eres? Quien seré... Soy en Quien llama a mi puerta; me dice que le abra presto y que lo ame así y aquí, como soy y donde estoy ahora. Que no aguarde un segundo más...
140. Vive, vive en Él. Él vive en ti. No puedes sumar dos, porque el Amor ni suma ni resta, simplemente es Unidad.
141. Pero no has de decir, ni de relatar... El Silencio te enseñará -cada vez- lo más admirable. El Silencio es plenitud. Basta sólo mencionar. Nada más. El Silencio es el respiro inefable, la brisa vivificante del Espíritu.
142. El silencio es el clima del corazón y de la vida... Se lo descubre cuando el peregrino persevera sin desfallecer. A pesar de todas las demoras, de las contramarchas, de los acontecimientos que parecen adversos...
143. El silencio se descubre cuando realizamos lo que parece inútil y nos arriesgarnos a... derrochar.
144. El apotegma de un monje, dice así: el silencio ha de encontrarse en el fondo del corazón: entonces todo ruido exterior resulta como las olas del mar: éstas son impresionantes y terribles para quien se halla en la superficie del agua, pero inexistentes para quien vive abajo, escondido, en la profundidad.
145. Cuanto más se despliega y corre el tiempo, más se esconde lo real en el corazón. Es preciso descubrir esto y no vacilar. Parece que muchas cosas, figuras e imágenes, pierden su gusto o que el fracaso nos amenaza más. Pero no es así. Lo que ha acontecido es que todo se cela más íntimamente y desciende en el corazón, buscando la plenitud del silencio original.
146. La grandeza y la gloria del corazón, es la Presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu en el más hondo y desconocido silencio. Tal silencio, que impregna la vida toda, es plenitud y sublime Palabra. Lo que yo percibo como abismo es, en realidad, la Vida, la Vida misma. El Padre engendra al Hijo y el Espíritu, que procede y que es Amor, desborda en sublime unidad y penetra el alma toda, levantándola al hacerla Suya.
147. ¡Inmensa es la Luz callada! El Nacimiento no precisa pregoneros de roncas voces. Antes de la aurora fui conocido.
148. Reposa en la Brisa suave. Adormécete en el mismo Corazón del Señor. Es tu Vida, tu Morada, tu Instante... Abre los ojos sólo en los Suyos. Es que... no tienes que decirlo. ¿Para qué? Sólo Él y nada más.
149. Es lo más simple, lo más profundo, lo más inmediato... Es lo más silencioso y sin prisa. Tan presto como el instante que atraviesa el tiempo y lo levanta, trascendiéndolo para siempre.
(guiadecontemplativos.4t.com)