Me detengo a traducir un texto de Dom Gabriel Bunge, sacado de su obra:
"Akedia, il male oscuro", Edizioni Quiquajon. Comunità di Bose. P. 20; y
dice así:
"... El monaquismo de los orígenes tenía la clara conciencia de que en el Desierto hallaría al príncipe de este mundo. Ir con Cristo al Desierto no comporta huír de las tentaciones, sino más bien, como Cristo y con Cristo, enfrentar 'desnudos' al tentador. Pensar que hoy las cosas son diferentes es una ilusión fatal. El opositor del género humano no está ligado a lugares, tiempos o condiciones de vida. Quien entra hoy en un monasterio o ingresa en la vida religiosa o eclesiástica, en este nuestro mundo desmitizado, con frecuencia olvida este hecho fundamental: ha entrado inmediatamente en el 'desierto', en el lugar del aislamiento y de la derelicción, de los desolados parajes de la sed y de engañosos espejismos. Quien no quiera admitir esta realidad e imagine ser solamente un bravo operario en la viña del Señor, correrá el riesgo de desconocer la verdadera naturaleza de las dificultades que inevitablemente deberá encontrar. Quedará sorprendido al hallar en su 'viña' tanta 'cizaña', 'espinas y cardos' en lugar de 'uvas', y no entenderá que ha sido el 'enemigo' quien las sembró ocultamente. ¡Esta lucha no es un simple accidente, un imprevisto, sino que es parte integrante de la vida en el desierto! Paradójicamente esta falta de conciencia no se encuentra sólo en los cristianos que viven en el mundo, cuya visión a menudo es ofuscada por la opacidad de los bienes materiales, sino también en tantos monjes y eclesiásticos, quienes, por otra parte, deberían estar más advertidos. La acedia es un ejemplo particularmente significativo de ello (...) ¿Por qué este descuido? ¿Quizá por el hecho de que los mismos monjes, o religiosos, o eclesiásticos ya no van más concientemente con Cristo a la despiadada desnudez del Desierto, sino que prefieren permanecer en la opacidad del 'mundo'?."
"... El monaquismo de los orígenes tenía la clara conciencia de que en el Desierto hallaría al príncipe de este mundo. Ir con Cristo al Desierto no comporta huír de las tentaciones, sino más bien, como Cristo y con Cristo, enfrentar 'desnudos' al tentador. Pensar que hoy las cosas son diferentes es una ilusión fatal. El opositor del género humano no está ligado a lugares, tiempos o condiciones de vida. Quien entra hoy en un monasterio o ingresa en la vida religiosa o eclesiástica, en este nuestro mundo desmitizado, con frecuencia olvida este hecho fundamental: ha entrado inmediatamente en el 'desierto', en el lugar del aislamiento y de la derelicción, de los desolados parajes de la sed y de engañosos espejismos. Quien no quiera admitir esta realidad e imagine ser solamente un bravo operario en la viña del Señor, correrá el riesgo de desconocer la verdadera naturaleza de las dificultades que inevitablemente deberá encontrar. Quedará sorprendido al hallar en su 'viña' tanta 'cizaña', 'espinas y cardos' en lugar de 'uvas', y no entenderá que ha sido el 'enemigo' quien las sembró ocultamente. ¡Esta lucha no es un simple accidente, un imprevisto, sino que es parte integrante de la vida en el desierto! Paradójicamente esta falta de conciencia no se encuentra sólo en los cristianos que viven en el mundo, cuya visión a menudo es ofuscada por la opacidad de los bienes materiales, sino también en tantos monjes y eclesiásticos, quienes, por otra parte, deberían estar más advertidos. La acedia es un ejemplo particularmente significativo de ello (...) ¿Por qué este descuido? ¿Quizá por el hecho de que los mismos monjes, o religiosos, o eclesiásticos ya no van más concientemente con Cristo a la despiadada desnudez del Desierto, sino que prefieren permanecer en la opacidad del 'mundo'?."