lunes, 28 de julio de 2008

P. Fray Alberto Justo O.P..."Hacia una filosofía del desierto"...La vocación interior( nos habla un Cartujo)



" Sepa en todo lo que emprende, que su Patria verdadera es el Cielo, y que ahora se halla en el misterio del exilio. Pero no olvide que encontrara ya el cielo en su alma. Su mismo espíritu le anticipa la eternidad. " ( REGLA PARA EREMITAS en el corazón)

17. La palabra que Dios pronuncia en el corazón es silenciosa. El peregrino la reconoce cuando ya ha sido pronunciada y en la misma medida en la cual no pretende más que su acorde inicial. Pero no logrará legitimaciones ni interpretaciones de ningún género. El decir de Dios sólo tiene por ámbito la vida y el respiro del alma que lo acoge.

18. Me apresuro a señalar una referencia ( y no es la primera vez) que me parece ilustrar muy bien este maravilloso don de Dios. Ante la concreta pregunta acerca de la conveniencia de un determinado autor como guía espiritual, un Cartujo respondió así:

"Los textos son los que menos faltan. Usted lo sabe como yo: nada se encuentra en los textos; sólo se reencuentra en ellos lo que Dios pronuncia en el alma. La ratio studiorum (programa de estudios) debería estar acompañada por una ars obliviscendi ( arte de olvidar): ¡ importa que el hombre aprenda, pero cuánto más que olvide las cosas adquiridas! ¡ Que la inteligencia se acuerde de su virginidad y de su soledad, ya que ella debe a su pura esencia ser siempre nueva y hallarse siempre desnuda, en el primer instante de la primera mañana!
El espíritu que asciende hacia el encuentro interior atraviesa el tiempo en oblicuo como un destello, su vida no es conquista, adquisición, progreso, sino despojo liberador "

19. Esta brevísima respuesta abre el camino de la vida interior. Nos habla, en efecto, del desierto, de la pureza y de la desnudez originales. Para discernir acerca de ello es necesario detenerse, hacer un alto, guarecerse en un silencio más profundo y volver al centro... El alma se descubre fatigada, encerrada en si misma, amordazada y ensordecida por la invasión de multiplicidades de todo género.Una cosa sobre otra. Le han dicho que debía crecer y crecer y enriquecerse y llenarse de esto o de aquello. La obligaron, tal vez, a hacer y a producir no sé qué cosas, a manifestarse fuera de ella. La convencieron a realizar lo pertinente para convertirse en buena alumna, sentarse en el primer banco, bien dispuesta para atender la lección. Luego, las sombras que desfilan por los laberintos de este mundo, le adjudicaron un número y la sometieron a un cierto tribunal para que determinara si llegaba o no al peso requerido para no se sabe bien qué. Le dijeron que atendiera infinitos pareceres, que el voto y el consenso circundantes le darían una calificación...
Esto aguarda el hombre...De camino quiere llegar adonde no hay fuentes de agua pura para apagar su sed. No sospecha el engaño. Se compara con otros, en el mismo nivel horizontal en el cual se encuentra, y sólo atina a sobresalir, a levantar la cabeza un poco más, en la misma marea de la multitud que lo aprisiona.
Pero Alguien lo ha llamado a nacer de nuevo, a nacer de lo alto. Esto comporta un detenimiento y supone los innumerables fracasos de ayer. Porque, en efecto, su vocación es " la Luz verdadera que, viniendo a este mundo, ilumina a todo hombre" (Jn. 1, 9) La Luz Verdadera que las tinieblas no pueden recibir. Pero que viene a su corazón. Porque Él dice: "estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y abre la puerta, yo entraré a él y cenaré con él y él conmigo" (Apoc. 3, 20)
Abrir la puerta es superar toda barrera, aceptando los fracasos y los eventuales despojos. La liberación del alma, que toma a su origen virginal, es como una aspiración del Espíritu que la quema y la levanta...La vocación comporta, en cualquier caso, nacer de nuevo.