lunes, 11 de enero de 2010
EL ARTE DE LA VIDA INTERIOR - MARIE-MADELEINE DAVY ( III )
EL CONOCIMIENTO DE SI
El conocimiento de si es comparable a una apertura, en el sentido musical del término: es por eso que ese conocimiento penetra a cualquier otro.
Según Platon (Apol., 1,28), «No vive verdaderamente quien no se interroga sobre si mismo». El cristianismo, heredero en sus primeros siglos de la filosofía griega, da una extrema importancia al conocimiento de si. Es por eso que se verá en particular a los Padres griegos recomendar la reflexión sobre uno mismo, sobre su origen y su destino. De ahí el termino «socratismo cristiano» propuesto por Etienne Gilso.
Conocerse, es descubrir en si la imagen divina en el sentido del texto del Génesis: «Dios creo al hombre a su imagen y semejanza». Esta imagen es comparada a un germen divino, infinitamente pequeño y frágil. Esta semilla es equivalente a un grano de mostaza o de arroz. Su función es la de crecer y dar su fruto, como un grano de trigo echado a un surco y que debe crecer y portar una espiga.
La vida interior tiene como función despertar esta simiente a la manera de una hembra cubriendo su huevo. Toda criatura es «mujer», la simiente es divina, conviene calentarla para hacerla eclosionar: tal será la obra de la vida interior. Lo importante nunca perder el contacto con la fuente de su ser, hacerla crecer como un agua viva con el fin de beber en ella. Esta simiente divina es llamada «reino», «perla», «tesoro». Ella se encuentra en el fondo del fondo del ser: es por eso que un ahondamiento es necesario.