viernes, 15 de enero de 2010
EL ARTE DE LA VIDA INTERIOR - MARIE-MADELEINE DAVY ( VI )
LA EXPLORACION INTERIOR
La interioridad se descubre como una Tierra prometida, conviene ir a su encuentro. Por otra parte, ella misma se acerca y se dirige hacia el que la busca, ofreciéndose a su mirada. En el itinerario interior, no hay punto de referencia. Creer descubrirlo sería ilusorio. No existe ningún agarradero ni sensible, ni mental, ni voluntario. Nada: dice Juan de la Cruz. La vida interior es más un desprendimiento que una adquisición. La fuente está obstruida, conviene desatascarla.
El viaje interior, un viaje de solitario
En un tal caminar, se avanza a mar abierto: un mar sin orillas que el ojo pueda distinguir. No hay huellas tras de si, no hay camino trazado por delante. Ningún puerto tranquilo para refugiarse, tampoco ancla para fijarse, las amarras se han roto. Se puede sentir el miedo del naufragio. Hay que superarlo, porque toda inquietud te vuelve esclavo. Solamente la libertad, la independencia, la confianza en la gracia provocan la transparencia: la opacidad desaparece y el agua se hace poco a poco translúcida. La descripción de los senderos recorridos por los demás anima. Uno se encuentra con que tiene compañeros de viaje, y poco importa la época en la cual han vivido. De todas maneras, ser retenido por ellos y por su experiencia impediría el seguir su propio camino. El viaje interior es aquel de un navegante solitario. Este se ha entrenado antes de comenzar su periplo aventurero; posee en su barco las rutas de navegación. Pero le es necesario hacer frente a situaciones imprevistas y prevenirse contra los peligros por un simple sentido común y una clara intuición.