Aprenderás a callar y a guardar celosamente lo mejor en lo secreto del
alma. Que nunca deja de ser sublime eso que guardas, por hallarse
escondido y celado a cualquier curiosidad vana, a cualquier aplauso o a
cualquier publicidad. Lo que vale, vale a los ojos de Dios y en la
relación "paterno-filial" halla todo su sentido. Es el Espíritu el que
asume, sopla y oye. Es el Espíritu el Testigo Infinito que alegra tus
horas y tus días con singular presencia y júbilo... Es tu vida...
Hay en todos nosotros, los peregrinos, un sentido escondido que gime prisionero debajo de innúmeras servidumbres. Hay "algo" que desea espacio, respiro, liberación... ¿Qué es?
Inventamos caminos e ideologías, sueños imposibles, ambiciones de todo tipo, que jamás alcanzarán realización alguna y nos sujetarán, constantemente, a un incesante vaivén de frustraciones.
Ese "sentido" que gime prisionero es algo así como la "puerta del corazón", de la vida verdadera, escondida y jamás cultivada. Es necesario que el Cielo baje a la tierra para comenzar un camino que alcance el misterio que no atendemos, y es la clave que abre lo que buscamos y no podemos encontrar.
Para ello es urgente no sé qué "quietud" y qué "paz", que ya están presentes, que ya nos han sido dadas... El mundo está lleno de amenazas y de condicionamientos, vindictas, imposiciones y atropellos. Todo ello nos demuestra la fatuidad y la vanidad de tantas pretensiones... ¡Hay tantos tiranos y tiranuelos! (Aún los que gastan los mejores ropajes y se visten de lino) ¡Crea, el peregrino, en la Misericordia de Aquél que le dice: -Ámame como eres y donde estás... ¡No tienes que hacer nada: arrójate ya!
Entonces descenderá, en silencio y con gozo, a su corazón, abandonando esas "servidumbres" que lo endurecen y lo esclavizan.
Cualquier viandante que efectivamente lo desee, podrá llegar a su corazón y recuperar la vida profunda y verdadera.
Es claro que deberá tener coraje para una liberación que requiere una "separación" y un desasimiento. Pero nadie podrá decirle cómo se hace, ni que es de ésta o de aquélla manera. No hay nada de ello. Él, en soledad y silencio, lo discernirá en Dios. Que el Señor nos dé su Gracia para hallarle en esta libertad del espíritu.
Alberto E. Justo
Hay en todos nosotros, los peregrinos, un sentido escondido que gime prisionero debajo de innúmeras servidumbres. Hay "algo" que desea espacio, respiro, liberación... ¿Qué es?
Inventamos caminos e ideologías, sueños imposibles, ambiciones de todo tipo, que jamás alcanzarán realización alguna y nos sujetarán, constantemente, a un incesante vaivén de frustraciones.
Ese "sentido" que gime prisionero es algo así como la "puerta del corazón", de la vida verdadera, escondida y jamás cultivada. Es necesario que el Cielo baje a la tierra para comenzar un camino que alcance el misterio que no atendemos, y es la clave que abre lo que buscamos y no podemos encontrar.
Para ello es urgente no sé qué "quietud" y qué "paz", que ya están presentes, que ya nos han sido dadas... El mundo está lleno de amenazas y de condicionamientos, vindictas, imposiciones y atropellos. Todo ello nos demuestra la fatuidad y la vanidad de tantas pretensiones... ¡Hay tantos tiranos y tiranuelos! (Aún los que gastan los mejores ropajes y se visten de lino) ¡Crea, el peregrino, en la Misericordia de Aquél que le dice: -Ámame como eres y donde estás... ¡No tienes que hacer nada: arrójate ya!
Entonces descenderá, en silencio y con gozo, a su corazón, abandonando esas "servidumbres" que lo endurecen y lo esclavizan.
Cualquier viandante que efectivamente lo desee, podrá llegar a su corazón y recuperar la vida profunda y verdadera.
Es claro que deberá tener coraje para una liberación que requiere una "separación" y un desasimiento. Pero nadie podrá decirle cómo se hace, ni que es de ésta o de aquélla manera. No hay nada de ello. Él, en soledad y silencio, lo discernirá en Dios. Que el Señor nos dé su Gracia para hallarle en esta libertad del espíritu.
Alberto E. Justo