Si tratamos de interpretar un texto bíblico, volvemos a encontrarnos por ejemplo con esta dualidad de sentido en relación al conocimiento sensible o espiritual. Cuando se dice que el hombre debe abandonar a su padre y a su madre (cf.
Mat. X, 36) podemos referirnos a una familia física. Pero el sentido espiritual también evoca la parentela de nuestros sentidos externos, que nos hacen prisioneros (Ver
San Bernardo, Sermón VI, 1, De diversis)