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Horas y horas de dolor, que no pueden reflejarse en expresión alguna… Horas y horas de desolación y de pena, de esa incierta angustia que nació en la contradicción y en la prueba y que ya no sabe de dónde viene, ni adónde va.
Horas de sufrimiento, experiencia de desdicha, en la deforme llanura de tantos sucesos, de tantas noticias, de tantos engaños…Entre el cinismo de algunos y la indiferencia de otros. Ausencia sin sentido en la jornada del dolor.¿Cómo ha de vivir y suspirar el hombre desterrado, sin recursos, ni esperanza de paz?¡Señor, no tardes!
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Pero no falta, no está ausente, esa virtud indefinible que se levanta desde no sé qué hondo escondrijo del alma…Sí, el Señor nos ilumina de nuevo y nos da esa virtud, que levanta. Es una aspiración que viene de lo alto y sube desde profundidades insospechadas…Seguimos los pasos de un camino doloroso, lleno de misterio y de sentido, aunque en las horas presentes nos podamos percibirlo de ninguna manera.No es “hora de prueba”, es hora de libertad y de secreto. Cuando más nos sentimos y nos sabemos lejos, cuanto más parece asfixiarnos la dureza del camino, es que vamos llegando, es que ya estamos en esos umbrales del Misterio.Fr. Alberto E.