Es indudable que olvidamos, con frecuencia, los caminos recorridos hasta hoy. Digo que los olvidamos porque solamente recordamos lo más superficial. Dejamos de lado las huellas profundas de una experiencia que podemos considerar permanente, aunque no le prestemos demasiada atención o la olvidemos con rapidez. Es verdad que la Luz no es avara. Lo invade todo, todo lo llena cuando abrimos de para en par las ventanas del corazón. Cuando abrimos para ella...
Esta luz despierta nuestro bien o, mejor, ella misma es nuestro bien.