Quizá el mejor remedio sea dormir, soñar... Siempre ir más allá de las menudencias que la tentación plantea. Más allá, más allá. ¿Somos débiles? Enhorabuena: el Señor ha tenido y tiene piedad y misericordia de nosotros. Y nos perdona y nos levanta donde no sabemos... Todo está en Él, todo viene de Él, en Él somos, nos movemos y existimos.
Ahora mismo tememos perderlo todo. Ahora mismo respondo: no sé qué hará el Señor para que yo lo gane todo.
¿Y si nos equivocamos? ¿Y si, movidos por la emoción, reaccionamos y damos pasos en falso? En el momento de recapacitar volvamos a la calma primera y convenzámonos, con la paz, de que Dios aprovechará ese acontecimiento para nuestro favor. Pero retornemos a la paz y callemos. El tiempo nos ayudará.
No temamos ser luego muy firmes, según nuestra conciencia. Lo que importa es no reaccionar mal. Con la calma todo se obtiene.
No existen los opresores si nos reímos de ellos, si no los tomamos en serio. Con una sonrisa es siempre posible decir que no. Firmes, pues, en abandono y en paz. Firmes y con claridad... Sin miedo, sin temores. Dios está aquí.