sábado, 7 de agosto de 2010

SÍMBOLOS, los signos de la tierra transfigurada - Marie-Madeleine Davy (XVI)


El símbolo crea una especie de transparencia, por él se opera una presencia de sí consigo mismo. El hombre está orientado, halla su yo verdadero y se encamina en una vía de liberación. El símbolo hace surgir el cuerpo espiritual o cuerpo de resurrección. Del mismo modo que existe una «capacidad de Dios» (capax Dei), podemos hablar justamente de una capacidad de los símbolos (capax symbolorum). El símbolo está lleno de vida, en la medida en que se percibe por un movimiento del alma que se dirige de la periferia hasta el centro. En nuestra existencia cotidiana, miramos y juzgamos según nuestro estado y nuestro punto de vista, y uno y otro se modifican constantemente. Las cosas son para una conciencia media exactamente lo que representan para ella. Lo mismo ocurre con el símbolo. Puede no ser captado por falta de visión.

Si lo ligamos al tiempo, su caducidad aparece de inmediato. En la medida en que se presenta como un modo de lenguaje, revelándonos un conocimiento, es el desvelamiento de una marcha ascendente que rompe con lo provisional, y por ello pertenece a una tierra transfigurada.