viernes, 12 de marzo de 2010
EL ARTE DE LA VIDA INTERIOR - MARIE-MADELEINE DAVY ( XVI )
La Biblia
Para un cristiano, la mejor enseñanza se encuentra en la Biblia. Es a través del Antiguo y el Nuevo Testamento como el sujeto es conducido a su interioridad. La lectura asidua del Génesis, de los Salmos, de los Profetas, de la Sabiduría, del Eclesiastés y de los Proverbios será particularmente mantenida junto a los libros del Nuevo Testamento. No se trata solamente de leer, sino de profundizar, de «rumiar», y la Palabra divina se volverá actuante en el alma, el corazón y el espíritu.
En las escuelas monásticas (benedictinas, cartujas, cistercienses), la primacía es dada siempre a la Biblia tanto en el oficio como en la lectio divina. Hoy en día, los benedictinos y los cistercienses abren gustosamente sus abadías a las personas de fuera, favoreciendo así los retiros silenciosos. Algunos podrán encontrar allí asilos de paz y de enriquecimiento. Sin embargo, vivir en el mundo o residir de por vida en una comunidad religiosa presenta objetivos muy diferentes. Incluso en los claustros, teniendo los monjes carencia de formadores, los verdaderamente contemplativos son excepcionales. Además no sería justo que personas del exterior vinieran a perturban la vida de silencio de hombres o de mujeres que han elegido el claustro para mejor dedicarse a «lo único necesario»: el encuentro y la unión con la Deidad. Una enfermedad del alma puede conllevar transferencias y mantener el dirigido y al director en un sicologísmo de mala ley, puesto que no es liberador. Y esto tanto más cuanto que los monasterios –al margen de las cartujas cerradas a toda exterioridad– se encuentra ellos mismos en búsqueda desde el último concilio y están por ello en pleno período de mutación. Existen no obstante fundaciones nuevas de espíritu contemplativo y sin embargo abiertas y acogedoras, permitiendo así a aquellos que lo desean aprender a orar y penetrar en su dimensión de profundidad.