miércoles, 3 de junio de 2009
LA VIA DEL DESIERTO Marie-Madeleine Davy ( VIII )
LA ORACIÓN Y EL SILENCIO
Cuando el amigo del desierto penetra en su fondo, al término de una ascensión, no podría él explicar lo que descubre allí. Las palabras le parecen privadas de una significación adecuada. Anteriormente, para emplear el lenguaje de Pablo, él distinguía por espejo y enigma. En adelante todo bascula.
El está morando en mi Casa
Yo le hablo boca a boca
En la evidencia, en enigmas,
Y él ve el rostro del Eterno. (Num. 12, 7-8)
Se trata de un desvelamiento, de una revelación nueva. A la petición sucede una escucha resultante de una vigilia amorosa:
Escucha hijo mío, y aprende la sabiduría
Y vuelve a tu corazón atento...
Yo te descubriré una doctrina pesada en la balanza
Y te haré conocer una ciencia exacta. (Ecl. 16, 12)
La escucha exige silencio. Ya no es necesario expresar la menor demanda, toda petición se mostraría superflua. La oración consiste en dejar la obra del interior desarrollarse. Interpelar lo divino, mendigar su ayuda, le supondría afuera. Lo Divino no es ya más lo todo otro, no se sitúa en la lejanía. El está ahí, más próximo de mi mismo que mi mismo. Eckhart lo enseña, lo divino no opera más que en uno mismo. El orante comprende que el estado de oración consiste únicamente en una presencia. Orar es dejar el Espíritu Santo actuar, pastorear en toda libertad.
Desde el momento en que el hombre se retira de si mismo, todo cambia. Anteriormente la soledad podía parecer espantosa, incluso inhumana. Privado de consolación sensible, el solitario corría el riesgo de creerse abandonado de los dioses y de los hombres. Habiéndose retirado de la multitud, los placeres y las distracciones que normalmente la acompañan la había subrepticiamente dejado. El se sentía aislado. Súbitamente el desierto privado de agua ha devenido estanque (Sal. 107, 35), se transforma en vergel (Is. 32,15). Entonces el desierto y el país árido se regocijan, las aguas brotan y fluyen. En el seno de esta beatitud nueva, el orante se sabe amado y su repuesta aparece un "si" que deviene un estado permanente de oración.
La oración no es ya más que un "amen" a la revelación que se desarrolla, a la protección que le rodea por todas partes.
En el país de la estepa, el le adopta,
en la soledad resplandeciente del desierto.
El le rodea, el le eleva, el le guarda
como la niña de sus ojos.
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El Eterno está solo para conducirle.
Ese "si" no traspasa la densidad del silencio. El silencio deviene un "si" de confiante ternura. Todo ocurre en el instante. El pasado se desvanece. El porvenir no conlleva ningún terror porque la oración se adhiere a aquello que ha venido, viene y vendrá. Por su despliegue el "si", perpetua plegaria, toma una dimensión privada de toda frontera. El "si" destruye las barreras, desmantela las fortificaciones. Esta plegaria se instala como un río, fluye... y la oración no siente más la necesidad de adaptarse a una forma litánica.
Una oración formandose en un "si" devenido silencioso, proseguirá tras la muerte física, como una corriente que se despliega...
Silencio de una plegaria que no tiene ya más nada que expresar. Situada en el hecho de un amor cognoscente y de un conocimiento amoroso, el "si" de la oración se esboza como una sonrisa.
Así la oración se presenta como una sonrisa maravillada. En el desierto de si mismo, el orante se sitúa más allá del sufrimiento y de la alegría, más allá de la soledad, más allá de lo creado, más allá de la luz y de la noche, más allá del desierto y del valle. Nada más que un despliegue del misterio de la Presencia.
Este estado de oración provoca una revelación continua. Todo se desvela y el orante se encuentra conducido de descubrimiento en descubrimiento:
"Jesús dijo: aquel que beba de mi boca devendrá yo, y yo también, yo devendré él, y las cosas escondidas se revelarán a él" (Evangelio de Tomás).
No separando el amor de Dios del de los hermanos, el contemplativo lleva al mundo en su corazón. Aquellos que saben orientarse hacia lo esencial se encuentran colmados.
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Extraído de: "Prière; colloque de Sénanque", « Questión de...», nº 69. Revue trimestrielle - Albin Michel, B.P. 21 - 84220 Gordes (Francia).
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