domingo, 4 de enero de 2009
EL LIBRO DEL DESIERTO......1...
Esta figura del Desierto es subyugante. No lo sería, desde luego, si no abriera de inmediato una profunda y misteriosa correspondencia en nuestro interior. El Desierto, antes que nada, es un estado escondido y una realidad de la hondura humana, anterior a cualquier manifestación o expresión. Es lo mismo que el Silencio o la Soledad, y lo descubrimos en símbolos admirables.
Habida cuenta de esta realidad, oculta y sublime, podemos caminar sin apresuramiento alguno, con la certeza del valor y proyección de cada paso...
Una luz sutil, no imaginada, envuelve el paisaje con las delicadas tonalidades de oro, que descienden del sol. Pero es necesario adivinarlo primero y descubrirlo después. Ningún trazo es violento. Nada es torpemente evidente... La dulzura no se deja conquistar enseguida, tampoco se la percibe a primera vista.
Este desierto, que ahora atravieso, posee notas asombrosas, casi siempre inesperadas. Es un valle, sí, un valle entre montañas, maravillosamente florecido. El bosque lo cubre y lo viste, poblando hondonadas y laderas con altos pinos que se levantan y estiran hacia el cielo.
1. Me preguntaron: “¿a quién perteneces?”. Y yo respondí: -a nadie. Insistieron: “¿a qué perteneces?”. Y volví a responder:-a nada. Endurecieron el entrecejo y el semblante... Alguno me miraba, severo, compadeciéndome un tanto. Otros, detrás, sonreían mientras giraban para volverme la espalda... El más cercano se aprestaba a darme una lección de moral barata... Y yo descubrí, dentro muy dentro, la presencia y la absoluta contemporaneidad del Espíritu. Todas las voces venían de un pasado ya muerto. Sonaron, en realidad, ayer. ¡Qué maravilla! Las oía en lo que me parecía ese momento, pero eran sólo eco de un pasado, de lo que fue y no es más... Fantasmas de una pesadilla al despertarme, sucesión de gemidos de otro tiempo, ocaso de las estrellas muertas, caída y ruina de los cuestionamientos sin sentido... Sólo el Espíritu y el pensamiento son contemporáneos, sólo es presente el “tú” que me dice Dios.