(ECOS de la CAVERNA) Los participantes en el Sínodo del Amazonas están decididos a innovar y a no seguir haciendo las cosas como siempre se han hecho. Además de pequeños pero profundos detalles simbólicos, como inflar globitos por la paz o sacrificar un gallo negro (un gallo con “sotana", señaló uno de los monseñorinis oficiantes, guiñando un ojo), los padres sinodales quieren revolucionar la teología católica.
La gran innovación en este ámbito consiste, según el cardenal Tripanossomi, en utilizar “categorías ecológicas”, en lugar de las “gastadas y aburridas categorías cristianas, propias de otra época”. Hasta la fecha, el mayor avance en este sentido se ha producido en relación con la teología del infierno, desgraciadamente poco evolucionada.
“El nuevo paradigma nos permite entender que el auténtico problema del infierno es el calentamiento global”, afirmó Su Omnisciencia el Card. Tripanossomi. “No sería un mal lugar de no ser por la desertización, el aumento de las temperaturas, las emisiones de carbono y azufre, las barreras a la emigración y esas cosas. Nuestra misión como Iglesia está clara: tenemos que detener el cambio climático, cuya primera víctima ha sido el propio infierno”.
“Todo eso de los ángeles malos y los tridentes y las calderas es un problema de grabadoras, si saben lo que quiero decir”, explicó teológicamente el Padre Listini, SJ, entre las risas de sus compañeros. “De hecho, ahora sabemos que, si solucionáramos el cambio climático, el infierno sería el mítico paraíso”, continuó. “Tiene todo lo que deseamos: la pluralidad y diversidad de creencias, una moral flexible y adaptada a los tiempos, la conciencia de que no existe una verdad absoluta, la ausencia de rigidez y ortodoxia, además de la certeza de que no podemos dejar de pecar y ni siquiera tenemos que intentarlo. ¡El mismito nuevo paradigma!”.
“Si todos nos tomáramos en serio la conversión ecológica, tendríamos el infierno reforestado en un abrir y cerrar de ojos”, exclamó, enfervorizado, un padre sinodal norteamericano. “Yes, we can! ¡Con Greta, podemos!”.
Para que las discusiones sinodales sobre este tema no se quedaran en meras palabras, el Subsecretario Mayor del Sínodo reveló que, en nombre de la asamblea sinodal, se plantarían 25 árboles en el infierno. “De este modo, quedan compensados por adelantado todos los pecados que puedan cometer estos días los padres sinodales”, anunció el Subsecretario, entre vítores de los asistentes.
Uno de los cardenales participantes sugirió que quizá fuera mejor aumentar el número de árboles a 50, “por si las moscas”, pero su propuesta fue acallada por gritos de “¡rigorista!” y “¡preconciliar!”.
NOTA: Las autoridades veterinarias advierten que tomarse en serio La Caverna puede ocasionar pseudoespiralización psicosomática irreversible del esternocleidomastoideo.